De libros

De martillos y clavos

  • Tras el éxito de 'El poder del perro', Mondadori rescata en su colección Roja & Negra otra antigua novela de Don Winslow sobre el mundo del narcotráfico.

Muerte y vida de Bobby Z. Don Winslow. Mondadori, Barcelona, 2011.

Hay tipos con un talento innato para meterse en líos; el protagonista de Muerte y vida de Bobby Z es uno de ellos. Tim Kearney, que así se llama, ha sido siempre un tipo despabilado, incluso inteligente, pero no el más despabilado ni el más inteligente, y eso puede costarte caro en el mundillo en el que él se mueve. Siendo menor de edad, la policía lo detuvo por desvalijar casas. El pequeño Tim entró en un centro de rehabilitación y salió de allí con ganas de poner en práctica lo aprendido en el capítulo de robo con escalo. El entusiasmo jamás le durará demasiado. Tras ser detenido nuevamente, da con sus huesos en un centro tutelar de menores, cuyo programa de reeducación tampoco consigue apartarlo ni una pizca así de la carrera delictiva. A continuación se alistará en lo marines no por patriotismo, sino para evitar que lo enchironen de nuevo, y lo enviarán a Kuwait, durante la Guerra del Golfo. Será condecorado por su valor en el combate y, acto seguido, expulsado con deshonor por golpear a un superior. De regreso a casita, no tarda en verse entre rejas. En San Quintín, Stingdog, un Ángel del Infierno, le da a escoger entre ingresar en la Hermandad Aria o pasarlo mal. Tim decide pasarlo mal y, antes de que se le anticipe él, le rebana el pescuezo al motero. Automáticamente, todos los Ángeles del Infierno de la costa Oeste, dentro o fuera de la cárcel, ponen precio a su cabeza.

Con un ritmo vertiginoso (Don Winslow diría endiablado), Muerte y vida de Bobby Z va desgranando un rosario de sorpresas, algunas ciertamente rocambolescas, otras harto eficaces. Tad Gruzsa, un agente de la DEA, le hace una propuesta tentadora: la libertad a cambio de cierto trabajito, suplantar a Bobby Z, un traficante de drogas de California con el cual Tim guarda un gran parecido; la idea es canjear al falso Bobby Z por un agente secuestrado por Don Huertero, un señor de la droga que actúa en la frontera entre México y Estados Unidos. Tim acepta y, por enésima vez, salta de la sartén para caer en las brasas. Lo que nadie sabe o nadie le dice es que el capo mejicano quiere a Bobby Z (no es metáfora) para clavarlo en un espetón y asarlo a fuego lento en una barbacoa. Al conocer qué le depara la suerte, Tim escapa, llevándose al hijo del auténtico Bobby Z consigo, perseguido por los pistoleros de Don Huertero y un puñado de indios, adictos al mezcal y al pegamento, que siguen su rastro a través del desierto. ¿Pueden irle peor las cosas? Pues sí. Gruzsa, que calla más de cuanto habla, azuza a los Ángeles del Infierno en su contra y llegará el momento en que nuestro protagonista tendrá que esquivar, por un lado, a quienes quieren arrancarle el pellejo a Tim Kearney y, por otro, a los que quieren el de Bobby Z.

Dice el refrán que al que nace para martillo del cielo le caen los clavos. También podría decir al contrario, que al que nace para clavo nunca le faltarán martillos. Muerte y vida de Bobby Z es como una versión de El prisionero de Zenda en clave thriller en la cual los sables se hubieran cambiado por pistolas automáticas, y la prosa límpida de Anthony Hope por un estilo procaz. Un estilo sucio; forzoso, no forzado. Porque ¿cómo escribir de otro modo cuando la ficción se adentra en un mundo como el del narcotráfico que genera titulares atroces un día tras otro? ¿Estaría justificado el toque exquisito en un mundo en el cual un puñado de dólares puede comprar una vida humana? ¿Puede ser otra la actitud del narrador en un mundo en el que o golpeas o te golpean, en un mundo de martillos y clavos? Hay realidades en las cuales la mínima tentativa de embellecimiento sería incongruente. Para hacer más llevadera la extrema violencia del relato, Don Winslow recurre a un humor negro como el betún. Un humor pendenciero, provocador.

Debe destacarse lo que tiene de arma arrojadiza una novela de estas características. En una sociedad que ha hecho del triunfalismo uno de sus rasgos más reconocibles, las historias de Don Winslow son como esas duchas frías que borran de golpe la sonrisa feliz al borracho. Para una sociedad como la estadounidense, dispuesta a empujar a la cuneta a Barack Obama para poner sus intenciones de voto en movimientos retrógrados como el del Tea Party, estas novelas, que abrazan abiertamente la épica del perdedor, son un acto de insolencia, un revulsivo. Don Winslow arroja palabras tan molestas como "derrota" y "fracaso", o sintagmas tan ingratos como "corrupción policial" e "injusticia social" contra los porches con mecedora y las puertas con mosquitera del establishment norteamericano. Aunque esté por debajo de la espléndida El poder del perro -publicada también en la colección Roja & Negra-, Muerte y vida de Bobby Z, publicada originalmente en inglés en 1997 y adaptada al cine en 2007, deja un muy buen sabor de boca. Un sabor agridulce. Más agrio que dulce.

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