De libros

Una tradición excéntrica

En el personaje de Horace Rumpole, singular abogado con una extraña predilección por el vino malo, nos encontramos ante una moderna mutación del viejo investigador privado, que sin embargo ha escogido un diferente oficio, acaso más complejo que aquél que se adjudicó Auguste Dupin bajo el oscuro cielo de París. Me refiero a que Dupin y sus herederos, entre los cuales destaca, como una gema de sangre, Sherlock Holmes, eran los últimos oficiantes del culto a la verdad. Y era la Verdad, una Verdad mayúscula y fenomenal, la que se revelaba tras la hilazón laberíntica del mundo. No ocurre así con este Horace Rumpole ideado por Mortimer, y cuyas verdades, algo menos ambiciosas, se despliegan y agotan en la sala de cualquier tribunal de Londres.

Es sabido que Mortimer fue abogado e hijo de abogado; con lo cual, es probable que su personaje tenga mucho de la aventura vital, de la contextura humana de su creador. Sin embargo, el talento de Mortimer no es éste de trasladar a la literatura la complejidad de su oficio. Digamos que en Mortimer se lleva a un extremo, superándolo, aquello que ya sabía Chandler respecto de la novela negra: la verdad del crimen es una verdad sucia y sin importancia, que se ofrece a la vista de todos. No hay, pues, como en Christie, refinadas astucias destinadas a desviar la atención del investigador. Tan sólo una realidad mostrenca, azarosa y, por ello mismo, inextricable. ¿Cuál es, entonces, el giro, la mutación operada por Mortimer? En Rumpole no se busca ya aquella Verdad inequívoca de la literatura policial. Se busca, con mayor modestia, el beneficio de sus defendidos. Pero no sólo por un divertido ejercicio de cinismo (cosa que lo emparenta con el mejor hard boiled), sino por cuanto ese beneficio implica. Y lo que implica, para Horace Rumpole, es nada menos que la civilización. Esto es, el derecho del acusado a una defensa tenaz, eficiente, a una defensa honrosa. Nos encontramos, así, en las antípodas de Holmes. No en el hemisferio de la verdad y la culpa. Sino ante el solemne umbral de la Justicia.

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