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Rojiblanco con una franja verde

  • José Antonio Puente fue portero del Granada CF en su última etapa en Primera División y doce años después regresó a la máxima categoría, pero esta vez vistiendo los colores del Elche

Comienza el partido y se persigna, como si estuviera bajo los palos y no sentado en un bar del Camino de Ronda.  José Antonio Puente jugó con el Granada CF y con el Elche en Primera División y dice que tiene el corazón dividido, aunque acude a la cita contra el destino con una camisa rojiblanca. A cuadros, eso sí.  Con 18 años ya entrenaba con el primer equipo del Granada y en 1975, a los 19, debutó en la máxima categoría. "¿Si le saco se va a acojonar usted?", le preguntó el día antes del partido el entrenador, Miguel Muñoz. "Yo no me acojono de nada", le respondió Puente al que años después fuera entrenador de la Selección Española. Doce años después volvió de nuevo a Primera en el estadio de Los Cármenes... Pero vistiendo la camiseta del Elche en el partido que, además, certificó el descenso del Granada a Segunda B. "Me dijeron de todo", recuerda el arquero granadino que cuando vestía de  corto lucía un espeso bigote que se afeitó en cuanto se retiró. "Como los toreros cuando se cortan la coleta", recuerda. 

 

Está sentado en la barra y es de los más tranquilos del lugar. Mientras todos saltan en un akelarre colectivo cuando Ighalo marca el primer gol, Puente solo se permite lanzar un brazo al aire, contenido. "Vivo el fútbol más tranquilo que cuando era jugador porque me transformaba, era un peligro", dice con la procesión por dentro. 

 

Puente era un portero espigado para la época, de más de 1,80 de estatura. "Empecé jugando al balonmano hasta que un día, a los 14 o 15 años, un equipo de fútbol al que le faltaba el portero me pidió que me pusiera", recuerda. Y cuando se le pregunta si en su época se hubiera puesto una camiseta rosa como Roberto, el meta del Granada, no puede dejar de escapar una sonrisa. "En aquellos tiempos era impensable llevar este color o el amarillo, incluso el rojo era atrevido", responde Puente, que como jugador prefirió la sobriedad del verde y las medias blancas. 

 

En cuanto al mejor gol que le marcaron como profesional, duda un momento y recuerda un trallazo por la escuadra de Günter Netzer, que empalmó desde el borde del área un pase desde el centro del campo. "De lo mejor que he visto". Fue en el Santiago Bernabéu defendiendo la portería del Granada. "Jugar contra el Real Madrid era casi una tranquilidad porque sabías que lo normal es que te metieran tres goles". También tiene recuerdos de fallos garrafales, de ese tipo de jugadas que salen en los resúmenes del fútbol mundial con el portero con cara de póquer, como buscando una almohada en la que esconder su vergüenza. "Fue en un partido de Copa contra el Zaragoza, cuando fui a despejar un balón me resbalé y me pasó entre las piernas hasta la línea de gol". Pero también tuvo muchas paradas dignas de ser colgadas en un póster, como el balón que le sacó a Butragueño haciendo un rectificado en el aire. "En este partido ya estaba en el Elche y la verdad es que el Madrid asustaba con Hugo Sánchez en punta". En esta etapa en el  club ilicitano le entrenó el legendario Kubala. Pero su segunda etapa en Primera, en la que jugó 16 partidos, también acabó en descenso. Puente colgó los guantes tras cinco campañas en el Elche y se dedicó a trabajar durante casi dos décadas como representante en Granada de la empresa alicantina Kelme. Otra vez con un pie en Granada y otro en el Levante español. Pero ayer, cuando el árbitro pitó el final del partido, sus dos pies tocaban el cielo. Venció su sentimiento granadinista.

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