Real betis-granada cf · la crónica

Sólo había que correr (1-2)

  • El Granada CF reacciona a lo grande, firma una extraordinaria primera parte y logra el triunfo en el estreno de Abel Resino. Tras asfixiar al Betis antes del descanso, acaba sufriendo.

Fabri debió sonreír amargamente  ayer, si es que tuvo ganas de ver el partido que el Granada le ganó al Betis en el Villamarín. Con Abel sí corren estos, debió pensar el gallego, especialmente si se fijó en la primera parte del equipo, la mejor del campeonato hasta ahora. Extraordinaria. Ahí se cimentó el triunfo en el estreno de Resino en el banquillo, un debut soñado, tanto como sufrido, ya que el equipo llegó tieso a la recta final, se vio apretado en el marcador en los últimos diez minutos y por fortuna logró guardar su botín. Pudo haber sentenciado mucho antes, pero perdonó. Sólo había que correr, estar intensos, apretar al contrario cerca de su área, presionar, robar, ayudar, tirar desmarques, mezclar el juego... Jugar serios, pero descarados, como el técnico había pedido. Sus hombres esta vez sí hicieron caso, fueron buenos chicos y demostraron, como señaló Íñigo López en la zona mixta, que llevaban dentro mucho más de lo que la apatía generalizada estaba dejando mostrar en las últimas semanas. Lástima que Fabri no haya podido disfrutarlo.

El Granada le dio la mañana a los 35.000 y pico béticos que, para colmo, pasaron un inusitado frío en el Villamarín. Los rojiblancos, intensos como leones, le apagaron la luz al Betis, le impidieron maniobrar y tuvieron gran claridad de ideas cuando gozaron de la posesión (58% en el primer tiempo, con picos del 67% mediado el periodo). Los pitos fueron generalizados en varias fases del encuentro para los futbolistas de Mel, lo que acrecentaba las dudas de los verdiblancos, ampliamente superados por losde Abel en todas las fases del juego. En defensa el equipo no pasó ni un sólo apuro en el primer acto, a lo que contribuyó el colosal trabajo del centro del campo y de los hombres de arriba, que presionaron como descosidos mientras les aguantaron las fuerzas y lograron quitarle una y otra vez la pelota a los béticos, incapaces de que sus hombres desequilibrantes la engancharan cerca del meollo. Y, a diferencia de otras muchas ocasiones, el Granada supo lo que hacer con la bola, se generaron numerosas asociaciones y triangulaciones exitosas y se logró atacar por las bandas, especialmente por la diestra, con el incombustible Nyom, que se comió a un Salva Sevilla extrañamente desubicado por Mel.

Tan idílico panorama venía aderezado, además, por el tempranero gol inicial, rubricado por Ighalo, pero cocinado por el talento de Martins, quien se valió de su capacidad de regate y su gran visión para asistir al nigeriano, al que le bastaron 12 minutos para agradecerle al entrenador su titularidad, en detrimento de Geijo.

El gol no ejerció de freno a las intenciones rojiblancas. Al contrario, le dio alas para seguir asfixiando al Betis en un ambiente enrarecido y casi de indignación en la grada. Los locales, amigos de tenerla y llegar mucho y rápido, de acabar las jugadas y gambetear entre líneas, no acertaron a chutar hasta el minuto 20. Sólo habría un susto antes del descanso, propiciado por una cesión errónea de Íñigo que por fortuna no trajo consecuencias.

El Granada intensificó su dominio en el tramo central del periodo y consiguió ampliar la renta con merecimiento, gracias de nuevo a Martins, que fue asistido por Jara después de que el propio portugués iniciara el ataque. El argentino se valió de una mala salida de Casto para ponerle en bandeja el gol a su compañero.

Como había ocurrido con el primero, el segundo tanto caía de forma justísima y se diría que casi con lógica, pues el Granada dominaba y sometía a su rival a un agobio constante, le quitaba la pelota y agobiaba con cada intento o cada subida de Nyom, que galopó y centró mejor que casi nunca.

Logrado el objetivo de alcanzar el asueto con el lustroso 0-2 en el marcador, la gran duda era saber si en el segundo acto aguantarían las fuerzas, tras el derroche de facultades de la primera parte.

En efecto, el panorama fue distinto después del descanso, aunque el Granada no lo pasó realmente mal hasta que no se vio acechado en el marcador, ya en la recta final. Los papeles se cambiaron, el Betis fue tomando riesgos progresivamente y sus hombres de refresco -Pozuelo, Pereira y Molina- le dieron un aire muy distinto al ataque.

Los de Mel comenzaron a buscar constantemente las bandas y metieron en problemas a la zaga con balones laterales colgados y con mucho toque en la frontal, lo que hizo acularse al Granada. Íñigo López se la quitó de la cabeza a Santa Cruz en uno de los ejemplos más peligrosos (53'). Julio César, al poco, se hizo un paradón ante Jorge Molina para evitar el 2-1 (66'), mientras que en el 70' fue Siqueira quien le amargó el asunto al ariete, con un cruce providencial. El gol se mascaba, estaba al caer, mientras el Granada achicaba el  agua como podía. Pozuelo, rizando el rizo, tiró fuera con todo a su favor en la más clara de los locales (72').

El gran problema fue no haber matado el partido con el tercero, ante los muchos huecos que, con el paso de los minutos, fueron apareciendo en el terreno bético. Benítez asistió bajo las piernas de su par a Martins, que chutó sin acierto en pleno declive físico del luso (59'). Mucho más clara fue la opción que tuvo su sustituto, Jaime Romero, al poco de comparecer. El atacante fue egoísta y no se la dio a Ighalo, que estaba solo y se quedó compuesto y sin balón. Su mirada tras la acción habría matado a Chuck Norris. Se entiende que poco después Jaime sí se la diera en otra clarísima, cuando esta vez sí debía haber chutado él, que se 'arranó'.

Pese a que se mascaba, el 2-1 llegó en un córner, en un balón aparentemente fácil para Julio César que, en falta o no, no atajó el arquero. Los últimos diez minutos fueron 15 con el descuento. Ighalo tuvo en su cabeza el tercero (86') y remató horrible. El Betis no dejaría de achuchar hasta el final... Pero la cosa ya no se escapó.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios