El entrenador español Manuel Preciado fue una figura trágica, pasional y llena de vida: un hombre que llamó "canalla" al más mediático de los entrenadores, José Mourinho, para luego acabar tejiendo una estrecha amistad con el portugués.
"Un hombre de fútbol", lo describió el seleccionador de España, Vicente del Bosque, poco después de conocer que había muerto de un ataque al corazón en Valencia, a los 54 años y sólo un día después de fichar por el Villarreal. Es quizás la descripción más directa y emotiva que se puede hacer de una persona que en los últimos años se ganó la simpatía y el respeto no sólo de la afición del Sporting de Gijón, el equipo al que casi resucitó para devolverlo a la Primera División española, sino de todo el país. Alejado del oropel del fútbol, Preciado, Manolo, modesto ex jugador del Racing de Santander, transmitía una imagen sencilla y sincera, ligada a la ética del trabajo y a valores tradicionales del deporte.
Su voz ronca, maltratada por el humo de miles de cigarrillos, su mostacho negro y su discurso claro y directo eran los mismos que podrían tener miles de trabajadores de las minas o los astilleros del norte de España. Su historia trágica -perdió a su mujer y su hijo en apenas unos meses- aún lo acercó más a la gente, los fans, que vieron en su vitalidad un motivo de esperanza.
"Mañana saldrá el sol" fue el título que escogió para su biografía, publicada a finales de 2011. "La vida me ha golpeado fuerte. Podría haberme hecho vulnerable y acabar pegándome un tiro, o podría mirar al cielo y crecer. Prefiero la segunda opción", dijo Preciado, cuyo padre murió el año pasado en otro accidente.Fue entonces cuando recibió la llamada de pésame de Mourinho, el hombre al que había calificado de "canalla" por dudar de su honradez profesional. El gesto del entrenador del Real Madrid, quizá la antítesis mediática de Preciado, quedó grabado en el corazón del técnico español.
"Es un number one", dijo Preciado, dispuesto a volver a empezar igual que hizo casi año tras año en sus cinco temporadas y media en el Sporting, donde llegó en 2006 con el equipo en Segunda División y económicamente hundido. Lo subió en 2008 y lo mantuvo cuatro años, pese a las ventas continuas de sus mejores jugadores. En enero, con el equipo en caída libre, fue destituido después de 232 partidos al frente del equipo, el segundo técnico más longevo de su historia. No sirvió de nada, porque el Sporting acabó descendiendo.
Las lágrimas del presidente, Manuel Vega Arango, al anunciar su despido fueron una muestra inequívoca de la huella dejada por el técnico en el histórico club. Ahora llora todo el fútbol español.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios