La Crónica

Un punto como mal menor (1-1)

  • El Granada CF tira de coraje para rescatar un empate ante el Deportivo. Brahimi lidera la reacción en la segunda mitad tras perdonar el equipo de Oltra oportunidades muy propicias.

La primera victoria de la temporada se resiste. El Granada CF volvió a caer presa de sus desajustes a la hora de interpretar el juego de ataque en un partido condicionado por la alta temperatura. Para colmo dio concesiones y facilitó con un error de bulto que el Deportivo se adelantara poco antes de sucumbir el primer acto. A partir de ese regalo la contienda se enredó más y el empate se comenzó a ver con el paso de los minutos como un mal menor. La aparición de Brahimi tras el descanso transmitió ideas regeneradoras y el fruto a la insistencia se desencadenó por medio de Floro Flores, que resolvió dentro del área un envío de Jaime Romero.

A partir de ese instante se pudo hasta ganar, cuando el tiempo anterior se había visto todo tan negro. El Dépor contó con claras opciones de matar esa reacción rojiblanca. Oliveira, que había sustituido al lesionado Riki, llegó a marcar otro tanto, como bien se pudo observar a través de las imágenes en el inicio de la segunda parte. Su trallazo se encontró con el larguero, pero el bote traspasó al completo la línea de meta, aunque todo fue tan rápido, que nadie pidió gol. Otras dos acciones posteriores, tanto de Pizzi como del propio Oliveira, fueron también desperdiciadas y eso dio vida al equipo de Anquela, que le puso el máximo empeño ante la falta de creación en su juego.

Fue un partido sin brillo alguno. El Deportivo jugó con la baza de no sentirse presionado por el colchón de puntos que ha conformado en las primeras jornadas. Todo lo contrario le sucedió al Granada CF. Se vio forzado a salir dispuesto a llevar la iniciativa y forzar la máquina, pese a que no iba a ser posible llevar la contienda a un gran nivel de intensidad debido al fuerte calor reinante.

Anquela desveló la duda que él mismo había dejado caer en los días previos al encuentro. Dio entrada como titular por primera vez a Torje. Su intención era aprovechar la dinámica positiva con la que había regresado el internacional rumano, pero su aportación volvió a dejar tintes de fracaso. Sigue sin encontrarse y sin ser capaz de demostrar el nivel que se le presupone. Tal vez lo suyo sea cuestión de psicología, pero la competición no perdona y debe reaccionar cuanto antes si pretende permanecer como fijo.

Peor fue incluso lo que transmitió El Arabi. El franco-marroquí se mostró apático, impregnado de anarquía en sus acciones a la hora de recibir el esférico. Partió desde la izquierda y en ocasiones se alternó con Orellana para trasladarse hasta la media punta. Esa falta de sincronía en el frente de ataque convirtió los intentos por aproximarse a la meta de Aranzubía en un galimatías. El chileno tampoco se desprendió de la torrija general y casi nunca se entendió con sus compañeros. Sus pases fueron al limbo para desesperación de Floro Flores.

La única vía de escape que se halló en la primera mitad fueron las incursiones de Nyom por el costado derecho. El francés se desdobló en numerosas ocasiones y al menos transmitió sensaciones de hacer algo más en el apartado ofensivo. Cierto es que sus centros no encontraron remates, pero al menos fue de los pocos que lo intentó. Esa banda fue el camino para desbordar ante la falta de ideas para aportar otras alternativas. Floro Flores cayó en la desesperación con los fueras de juego y las interrupciones fueron constantes. Un choque de Riki con Mainz dejó tocado al delantero, que poco después se fue del terreno de juego. La salida de Oliveira resultó providencial para los suyos, al marcar el primer balón que tocó tras aprovechar los errores de Mainz y Toño.

La irrupción de Brahimi en el segundo periodo permitió ver otra historia. El francés salió con muchas ganas y dejó cualidades interesantes sobre el verde. Aguantó bien el balón y distribuyó cuando se sintió presionado. Eso permitió al menos desastacar un juego previsible y desordenado. La desesperación llevó al equipo rojiblanco a precipitarse mucho y a que la mayoría hiciera la guerra por su cuenta para encontrar la reacción. Se fueron Mikel Rico y Orellana para arriesgar al máximo con la entrada de Jaime Romero y Machís. Ambos intervinieron en la jugada del gol del italiano.

El empate no dejó mal sabor. Se encajó como un daño menor. Los aficionados reconocieron el esfuerzo y despidieron a los suyos con aplausos, muy diferente a cómo despiden otros que rompen ilusiones sin reparar los daños. Vendrán mejores días en el futuro.

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