Agricultura Los arroceros se enfrentan al reto de poner en valor su producto en los próximos años

Año de optimismo para el arroz

  • La sequía ha causado en los últimos tres años pérdidas de 128 millones sin contar las ayudas europeas no percibidas · Las lluvias de invierno y el proyecto hidráulico para evitar la salinidad traen algo de esperanza

"La situación actual no es ni viable ni perdurable". Con estas palabras de Rafael Martín, director general de Planificación y Análisis de Mercados de la Consejería de Agricultura, terminó la jornada sobre el arroz que organizaron Asaja Sevilla y la Federación de Arroceros, con el patrocinio de la Fundación Caja Rural del Sur, y a la que asistieron 500 agricultores. Con el 30% de la producción nacional, el sector del arroz en el Bajo Guadalquivir es un motor económico vital para muchos pueblos de la marisma, especialmente en Sevilla. Pero, a día de hoy, está sumido en una profunda crisis. Ésta es coyuntural, porque la pertinaz sequía ha restringido a la mitad de hectáreas el riego desde 2006, y también estructural: son conocidos los problemas de los arroceros para producir debido a la salinidad de las aguas del Guadalquivir en la zona. El sistema actual, consistente en aprovechar la marea baja para tomar el agua, se revela ya insuficiente para el sostenimiento del sector, y más tras los recientes problemas de turbidez del río atribuidos por Medio Ambiente a causas naturales.

La sequía ha traído unas pérdidas a los agricultores en los últimos tres años de 128 millones, "y ello sin contar intereses, lucro cesante y ayudas europeas", según Julián Borja, presidente de la Federación de Arroceros de Sevilla. En los últimos 25 años se han dejado de sembrar 250.000 hectáreas de arroz y de producir 2.400 millones de kilos, lo cual, en términos numéricos, equivale a 449 millones de euros. No todo es, sin embargo, negativo. En este 2009 la sequía toca a su fin, y, de hecho, ya hay 400 hectómetros cúbicos más en la Cuenca del Guadalquivir que en mayo del año pasado. "Tenemos más esperanzas para esta campaña y necesitamos sembrarlo todo; así no podemos continuar", señala Borja.

Hay más motivos para el optimismo. Si los plazos se cumplen, en 2013 ya estará listo el proyecto de modernización del regadío, que resolverá el problema de la salinidad. Agustín Pastor, subdirector de Infraestructuras de la Agencia Andaluza del Agua, afirma que el plan, heredado de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, es "una prioridad" para la Junta. Ofrece, incluso, un calendario: este año, tramitación administrativa y declaración de impacto medioambiental; en 2010, posible acuerdo con el Ministerio de Medio Ambiente para financiar parte de la obra. Si no lo hubiera, la propia Agencia asumiría el coste. Ese año también se prevé que se apruebe una partida de los fondos Feder para este fin. "Y probablemente a finales de 2010 o principios de 2011 se adjudique la obra y comience a ejecutarse", dice Pastor. Ésta consiste, tal y como explica Luis Castillo, representante de Ayesa, la empresa encargada del proyecto, en colocar una estación de bombeo en la Punta del Verde, al sur del Puerto de Sevilla, y habilitar un canal nuevo de dos kilómetros que conecte ese punto con el río Guadaíra y con los arrozales. Como complemento de este sistema, se levantaría una estación de bombeo y dos balsas de aguas invernales, de gran complejidad geotécnica, en la isla de Mínima. "En mi opinión estas balsas le darían una gran autonomía a la solución", dice Luis Castillo. La última pata del banco, la más costosa, sería la obra para modernizar las canalizaciones y así rentabilizar los desagües. El sistema permitiría surtir con tres litros de agua por segundo a los cultivos, cantidad razonable para los riegos.

No es suficiente una buena producción con agua de calidad. Hace falta algo más: vender el arroz. Y, aunque en eso se ha avanzado mucho, sobre todo con la formación de cooperativas que han permitido unificar el precio de venta, todavía queda camino. El Grupo Taso, por encargo de la Junta, está elaborando un estudio de mercado para calibrar las posibilidades de éxito de una marca netamente andaluza, así como de la naturaleza jurídica que tendría la entidad que la comercializará y el alcance de las ayudas públicas. El objetivo es no ser engullido por la creciente competencia, procedente de un mercado emergente en Extremadura, en el interior, y de los países asiáticos más exportadores, Tailandia y Vietnam. Como dijo el representante de la Junta, Rafael Martín, la situación actual no es viable, y "en diez o veinte años este sector no se parecerá en nada a lo que es hoy". En este lapso, el arrozal andaluz se juega su futuro.

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