Economía

Los accionistas de la australiana Sunrice bloquean la venta a Ebro

  • Un complejo sistema de mayorías cualificadas frustra la operación, tasada en 425 millones de euros · El grupo buscará alternativas en Asia-Pacífico, una de sus zonas estratégicas de expansión

Como todos los imperios, Ebro Foods necesita colonias que amplíen su influencia en el mundo. Voluntariamente centrada en su especialidad -arroces y pastas- tras la venta de Puleva a Lactalis y de Azucarera a British Sugar, dos eran sus bastiones internacionales: EEUU, donde levantó una megafábrica que le garantiza mucho peso en el continente, y Francia, donde su filial Panzani progresa adecuadamente. Pero al presidente de la compañía, Antonio Hernández Callejas, le faltaba una pieza esencial, una que consolidase el dominio del tablero: la zona Asia-Pacífico. Y ahí entraba en juego la australiana Ricegrowers Limited (Sunrise), una marca perfecta para cubrir Oceanía, Oriente Medio, Hong Kong, Singapur e incluso algunas zonas de EEUU como Hawai y California.

La operación parecía cerrada: Ebro firmó en octubre de 2010 un acuerdo de exclusividad para negociar la compra del 100% de Sunrice -que vende 500.000 toneladas de arroz al año- por unos 425 millones de euros. Entre los trámites pendientes había, no obstante, uno esencial: el sí de los accionistas de la australiana. Y no era un sí cualquiera sino uno muy cualificado. Sunrice era una cooperativa que al transformarse en sociedad anónima estableció unos estatutos singulares con un exigente sistema de mayorías para casos como el actual. Para vender a un tercero, la oferta debería ser aceptada por el 75% de los accionistas tipo A -con voz y con voto siempre- y también por el 75% de los tipo B -siempre con voz pero no necesariamente con voto: la irrupción de Ebro era una de las excepciones-. Pues bien, aunque el 76% de los segundos aceptaron la venta al grupo español, sólo el 67% de los accionistas cualificados la respaldaron. La prensa aussie lo explica: Sunrice quiere seguir siendo australiana.

En una nota enviada ayer a la Comisión Nacional del Mercado de valores (CNMV), Ebro Foods admite la complejidad de la operación pero no se da por vencida. Asia-Pacífico sigue sobre la mesa, así que tocará estudiar el mercado. Hernández Callejas valoró la situación en la misma nota: "Seguiremos buscando otras alternativas para nuestra implantación en esta área geográfica. La operación era compleja desde un inicio, pues alcanzar la mayoría reforzada era un objetivo complicado, pero Ebro tiene una magnífica posición financiera para alcanzar otros targets similares, ya sean en arroz o en pasta. Seguiremos manteniendo con Sunrice la espléndida relación que hemos mantenido hasta ahora y quizás, en un futuro, si cambia su compleja estructura societaria, podremos encontrar nuevas vías de colaboración".

El consejo de Sunrice había recomendado unánimemente que se votase a favor de la venta. Existía asimismo un informe independiente de la auditora Lonergan Edwards and Associates Limited que concluía que la oferta de Ebro era "justa y razonable" para el interés de los accionistas ante la falta de una propuesta alternativa superior.

En plena crisis, Ebro Foods es el sueño de cualquier teórico de la gestión empresarial: tras la venta de su división láctea a Lactalis por 630 millones, se convirtió, según Hernández Callejas, "en la única firma del Íbex 35 con un endeudamiento prácticamente a cero". Su fortaleza se basa además en su internacionalización, ya que el 92% de su negocio está fuera de la Península Ibérica. Ebro es el primer grupo del sector de la alimentación en España por facturación, capitalización bursátil y presencia internacional, además de ser líder arrocero mundial y ocupar el segundo puesto en la rama de la pasta.

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