El Rocío 2012

Un cardenal, un alcalde y un espontáneo

  • La Hermandad de Sevilla cerró la nómina de filiales de la capital camino de El Rocío.

Una salida con final púrpura. Se puso a andar Sevilla en una mañana de estampas conocidas y personajes nuevos. Fieles a su cita estuvieron los caballistas delante de los portales que cobijan las bodegas que a las nueve de la mañana dormitan dando descanso a los tiradores de cerveza. A esa hora sólo se escucha el rugir de las cafeteras y los acordes de Soria 9 interpretando un clásico repertorio de pasodobles. Otro ingrediente indispensable. Atraviesa el simpecado verde la puerta de la iglesia mientras se escucha la marcha real, acordes de ausencia impuesta hace dos años. Prohibiciones que ya son historia.

Desciende el simpecado la escalinata entre las caricias de los romeros. Rompe el silencio la voz de un espontáneo que se adueña de la plaza. Callan el coro y la banda. Su voz es seca y aguda, como aguijón que enmudece los corrillos mañaneros. Termina su intervención este anónimo de la bulla al que el público aplaude en el primer roce de palmas de la jornada. Luego siguen los pasadobles. Y se arranca el coro por sevilanas mientras la carreta, con bastante dificultad, abandona una plaza donde la velas anuncian la inminencia del Corpus.

Delante de los bueyes, una barrera de fotógrafos capta el momento en el que el sol baña tímidamente la plata. Muchos son aficionados con bastante bagaje; otros, acreditados profesionales; y el resto, impertinentes de pértiga en mano que entorpecen la visión del público. Nunca una vara negra incordió tanto.

En la calle Villegas las carretas de bueyes esperan sumarse a la comitiva. Este año van doce. Se han acicalado en la Fábrica de Artillería. De San Bernardo al Salvador. Un cuarto de Miércoles Santo en vísperas de Pentecostés. La carreta de plata llega al andén del Ayuntamiento. El alcalde entrega al simpecado una medalla personal. La delegada de Hacienda, Asunción Fley, exhibe una florida camisa y unos zapatos de esparto "apropiados para echarse a andar". Antonio Muñoz acude por parte de las filas socialistas a esta cita protocolaria con los rocieros.

Avanza Sevilla por Alemanes ante la mirada atónita de turistas que creen ver una exhibición rutinaria de folclore andaluz. Entre tanto guiri, en la Plaza del Triunfo destaca un solideo púrpura. Es el del presidente de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Rouco Varela, quien saluda a los peregrinos sorprendidos por su presencia. Un cardenal, un alcalde y hasta un espontáneo. Así acaba la mañana. Todo es poco para despedir a Sevilla.

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