El Rocío 2012

El pueblo que siempre suma

  • Villamanrique sortea la crisis y aumenta en ocho las carretas que participan en la peregrinación. La puerta de la parroquia manriqueña vuelve a ser testigo de la destreza de los boyeros.

No todo iban a ser datos negativos. También hay lugar para cierta alegría. En este Rocío de recortes y disminución de peregrinos, Villamanrique marca la excepción. Si hasta ahora las cifras tendían a la baja, con la Primera e Imperial suben. Y tanto. Ocho carretas más en la peregrinación que ha iniciado su camino este jueves, cuando el sol vaya buscando su primer resquicio, a esa hora incierta en la que la leyenda cuenta que el manriqueño Goro Medina se encontró la talla de la Virgen del Rocío en un antiguo acebuchal, cazador con calle propia en el municipio y azulejo en la casa consistorial. No es para menos. A él se le debe bastante de lo que discurre por la puerta de la parroquia de la Magdalena estos días. Un desfile de romeros de lo más variopinto. Desde Coria del Río a Vitoria. Medio país por un pueblo. Media España sobre una escalinata donde los boyeros hacen alarde de un arte con poca presencia ya en el campo andaluz.

Marcelo Ruiz es una referencia en el oficio. Hasta tres veces sube la carreta de Espartinas a la puerta de la iglesia. "Vamos Marcelo, hasta dentro, que no se diga", grita una espartinera a la que la bata rociera le ciñe más de lo debido. El público que observa tal faena avanza y retrocede al compás del impulso de las bestias. "Qué vienen otra vez, qué bajan", gritan los espectadores locales y foráneos como si estuvieran mecidos por olas que en pocos segundos dejan libre de presencia humana el porche parroquial, único cobijo con escasa sombra en una plaza convertida en perol.

En uno de estos claros los medios de comunicación aprovechan para hablar con José Carlos Díaz, hermano mayor de este año, cargo que se renueva todas las romerías. A sus 43 años este nazareno de ascendencia manriqueña ha visto cumplido su sueño. Comparte representación con su mujer, Concepción Carranza, quien aguanta estoicamente las horas bajo un sol de justicia. Este cargo lleva sus cargas, aunque para el matrimonio es tema "tabú" hablar del dinero que han apoquinado para afrontar un puesto que dura de Corpus a Corpus. Cuestión de delicadeza en tiempos de penuria.

Precisamente la crisis es la que el presidente de Villamanrique, Juan Márquez, ha constatado en estos días de presentaciones. "Coria ha venido este año con bastante menos romeros", asegura Márquez, quien expresa con cierta satisfacción que su corporación amplíe este Rocío la comitiva con ocho carretas. "A lo mejor llevan menos comida, pero gente, más", sentencia orgulloso el presidente manriqueño.

Los asistentes a este tránsito rociero aprovechan el intervalo entre hermandades para refrescar el gaznate en los bares del entorno. Jarras de rebujito y cervezas hacen la espera más llevadera. Comida poca. O ninguna. Contención del gasto. Delante de la parroquia, por contra, nadie se contiene. Éxtasis de brazos para aupar la carreta de Los Palacios. Inclemencia del sol sobre unas espaldas que sirven de apoyo a la mole argéntea. Todo sacrificio es poco por llegar al séptimo escalón de Villamanrique, el pueblo que siempre suma. Nunca resta.

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