Málaga

Rumbo a Marte por malagueñas

  • Proyecto. El ingeniero Carlos Pérez del Pulgar desarrolla para la Agencia Espacial Europea fórmulas para mejorar el desplazamiento de los robots de exploración en otros planetas

Carlos Pérez del Pulgar (izda.) con el catedrático Alfonso García Cerezo.

Carlos Pérez del Pulgar (izda.) con el catedrático Alfonso García Cerezo. / javier albiñana

El 29 de abril de 2009 las ruedas del rover Spirit que había aterrizado cinco años antes en Marte quedaron atascadas en un arenal de jarositas. Nunca consiguió salir. Aunque el robot cumplió de largo sus objetivos aportando las primeras evidencias de un pasado marciano compatible con la vida microbiana y enviando información durante seis años pese a haber sido diseñado para estar operativo solo 90 días, las causas que le llevaron a convertirse en chatarra espacial resultaron dolorosas porque ponían en evidencia la vulnerabilidad de un gigantesco despliegue de exploración espacial frente a un simple arenal.

La Agencia Espacial Europea (ESA), inmersa en la nueva edición de la carrera espacial que disputa junto a Rusia frente a Estados Unidos con el objetivo de tomar el liderazgo en la exploración de Marte, trata de prevenir ese riesgo, una responsabilidad que le ha encomendado al ingeniero de la Universidad de Málaga (UMA) Carlos Pérez del Pulgar, del grupo Ingeniería de Sistemas y Automática, que coordina el catedrático Alfonso García Cerezo.

El 'rover' Spirit de la NASA quedó en 2009 atrapado en un arenal de jarositas en Marte

El investigador malagueño debe proponer fórmulas que doten a los vehículos de exploración espacial de mayor inteligencia tanto para planificar las rutas que realizan en sus misiones, como para decidir el tipo de movimientos a realizar precisamente para prevenir contratiempos cuando deban transitar por suelos complicados.

El primer objetivo no es un asunto menor. Solo hay que tener en cuenta que los simples GPS que permiten en la Tierra recorrer territorios ignotos no funcionan en Marte llana y simplemente porque no hay satélites que permitan la geolocalización. Por tanto, los trayectos de exploración se organizan desde la Tierra con dificultades añadidas como los hasta 21 minutos que tardan las comunicaciones con el planeta rojo o el hecho de que la conexión solo es posible durante unas horas al día, coincidiendo con el tramo horario en el que el satélite pasa por encima del rover. El primer desafío, por tanto, es lograr que las rutas de los robot puedan decidirse no solo desde la Tierra, sino también que el propio vehículo esté dotado capacidad para planificar sus movimientos en función de las características del terreno que encuentra durante su recorrido.

El proyecto de Carlos Pérez del Pulgar también busca adaptar el comportamiento de los ejes de las ruedas de los rover a las singularidades del suelo. Más allá del simple giro, se pretende que los vehículos puedan superar rocas y dunas con movimientos denominados wheelwalking que, por ejemplo, sobreelevan el robot sobre los ejes para a continuación adelantar la plataforma o, en otros casos, simulan una marcha. Las diferentes fórmulas de este caminar sobre ruedas pretenden en esencia proporcionar mayor tracción al rover y evitar que patine, quede atascado en dunas o atrapado en una roca.

La investigación, en la que trabaja el doctorando Ricardo Sánchez, plantea también que tanto el diseño de las rutas exploratorias como el modelo de desplazamiento se planifiquen teniendo en cuenta el consumo energético que proporcionan las placas solares que portan los rovers. Es decir, una ruta no solo se decide por las particularidades del suelo, sino también por otros elementos mucho más cambiantes como las zonas de sombra.

El proyecto bebe del conocimiento acumulado durante los últimos años en robótica terrestre de rescate por el grupo de Ingeniería de Sistemas y Automática y tiene su origen en una estancia de tres meses que realizó en 2014 Carlos Pérez del Pulgar en la Agencia Espacial Europea. "Entonces surgió la posibilidad de realizar alguna colaboración con el grupo", oportunidad que se ha plasmado con esta investigación de 15 meses de duración que concluirá en diciembre de este año. El doctorando Ricardo Sánchez se encuentra en la actualidad en la ESA implementando en el prototipo experimental los algoritmos desarrollados en la UMA. A partir de ahí cabe la posibilidad de que las soluciones propuestas desde Málaga se integren en el vehículo de exploración que previsiblemente se enviará a Marte en el 2020, dentro de la misión espacial de astrobiología Exomars, que promueve la ESA y Roscosmos, la agencia espacial rusa, con el fin de determinar la posibilidad pasada o futura de vida microbiana en Marte.

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