teresa catálán. Premio Nacional de Música en Composición 2017

"Hemos abandonado al público en los brazos del negocio"

Teresa Catalán

Teresa Catalán

-Un piano prohibido y una casa que era un museo. Vaya llamada más mágica que tuvo.

-Sí, efectivamente. Nací y crecí en el Museo en Pamplona porque mi padre trabaja allí. En el museo había una sala con un piano de cola que, claro, mi padre no me dejaba tocar para nada pues era donde se hacían los conciertos. Pero yo veía que allí había gente que se sentaba y hacía una música que a mí me conmovía, así que me escondía para ver los ensayos y todo aquello me estimuló absolutamente. De hecho, mi padre contaba que cuando tenía 6 años me puse delante de él y le dije muy seria, "papá, voy a ser músico".

-¿Qué pasó cuando se dio cuenta de que iba en serio?

-Pues que empezaron los problemas... Que al principio la nena quisiera tocar el piano era una maravilla, pero cuando la nena dice "yo no voy a la Universidad, yo voy al Conservatorio" pues llegan los disgustos. Entiendo que ellos querían un futuro prometedor para mí y tenían el miedo de que terminara en el teatro chino de Manolita Chen.

-Y peleó.

-Peleé y pacté con mi padre. Si estudiaba otra cosa continuaba con la música. Creo que no se esperó cuando le puse en la mesa el título de la Escuela de Artes y Estudios Mercantiles de Bilbao y le dije, "ahora sigo con la música". Lo conseguí, pero fue duro, sí.

-¿Qué sintió la primera vez que escuchó una obra suya interpretada por profesionales?

Miedo, porque te enfrentas a algo que no conoces. El pánico de saber si lo que va a sonar corresponde a la imagen sonora que tienes es indescriptible. Todavía hoy se siente pero lo vives con más calma y seguridad.

"Faltan mujeres en los puestos de influencia, quizás por eso la obra de las compositoras siga siendo invisible"

-Compartir sus esfuerzos entre creación, docencia y difusión, ¿ha pesado en el trabajo compositivo?

-Hay dos principios que me enseñaron mis maestros que tengo grabados a fuego. Uno, que con tener talento no basta, hay que trabajar; y dos, la idea ética de un desarrollo profesional que corresponda a unos principios ante el mundo y ante ti mismo. Uno de mis principios corresponde a mi convencimiento de que cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de devolver a la sociedad lo que la sociedad nos presta o nos regala. Nuestra responsabilidad es seguir en esa rueda generosa y lo hago de distintas maneras. Una, poniendo a su alcance obra de los demás con la difusión, otra, poniendo a su alcance obra mía con la composición y, una más, con la docencia, transmitiendo lo que sé porque pienso que no somos contenedores finales, somos transmisores de la rueda del conocimiento porque los que tienen que venir, tienen que venir informados, estimulados, enamorados, dispuestos y capaces. Y todo eso lo tenemos que hacer nosotros. Que quita tiempo de componer, ya, pero hay que aportar a la sociedad.

-La música cada vez está más desplazada en la educación reglada, ¿qué estamos perdiendo como ciudadanos?

-Cada vez que la sociedad abandona o desprecia cualquier tipo de conocimiento adquirido está teniendo una pérdida. En la música, ya ha emergido el grave problema del abandono de las estructuras docentes en nuestras aulas, desde Primaria al Conservatorio: nos hemos olvidado de crear públicos. Estamos haciendo músicos pero, ¿qué sentido tienen si no hay un público que los escuche? No estamos formando público y, además, lo estamos abandonando en los brazos de los que con la música hacen negocio. Hoy consumes lo que te venden, lo que está establecido que tiene que triunfar, y no lo que tú eliges. No estamos animando a que la sociedad sea crítica, que piense y que exija, lo que estamos viviendo es una pérdida histórica y que empieza a tener ya unas consecuencias muy nocivas para el futuro social.

-¿Falta visibilidad de las obras de las compositoras?

-Las compositoras no tienen la presencia que corresponde al número de mujeres que están componiendo ni a su calidad, no hay más que fijarse en la programación de las orquestas. Es injusto porque la sociedad no tiene conciencia de que las mujeres estamos creando un patrimonio inmaterial.

-¿Ha sentido que no tenía su lugar por ser mujer?

-Cuando yo empecé no había ni una mujer compositora pero en vez de perder el tiempo lamentándome exigí mi lugar. Esa lucha no fue fácil pero gracias a ella conseguí aprobar unas oposiciones convirtiéndome en la primera mujer que lo hizo en España, conseguí una Cátedra en Composición por oposición, que lamentablemente sigo siendo la única y soy la tercera mujer que ha recibido el Premio Nacional, y la primera fue una alumna mía... Así que prefiero animar a que las mujeres compongan que lamentarme, pero sí que hay que decir que mientras que la presencia femenina se ha normalizado en las orquestas y la docencia no es así en los altos cargos, en las cátedras, en los lugares de influencia. Quizás por eso la obra de las mujeres compositoras siga siendo invisible, porque quien programa no es sensible al problema. ¿Cuántas directoras de orquestas hay, cuántas gerentes de orquestas? Te lo digo, poquísimas.

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