Miguel Ángel Martín. Dibujante

"La corrección política ha sido un cáncer para la creatividad"

El dibujante Miguel Ángel Martín./EMILIO DE LA ROSA

El dibujante Miguel Ángel Martín./EMILIO DE LA ROSA

-¿Cómo fue su revelación?

-Me topé por primera vez con un cómic adulto en un quiosco de León. En la portada ponía Tótem y había un mono dentro de un casco de astronauta. Aquel era un dibujo de Moebius, que, claro, yo no sabía quién era. Me la compré y flipé, porque dentro estaban Moebius, Guido Crepax, Hugo Pratt, Druillet... Fue la revelación de algo que con 15 años ni soñaba que existía en el cómic.

-La música marcaba mucho esa época en paralelo.

-La música me gusta más que los cómics y ha sido una gran influencia en mi vida. En los primeros 80, con los grupos de música industrial electrónica descubrí también otros contenidos muy interesantes que no se tocaban en los cómics, como la manipulación de masas, la publicidad subliminal, guerras químicas-bacteriológicas, ultrasonidos en la guerra, el sexo pasado de rosca, la pornografía extrema, los psicópatas... Ese fue otro cambio en mi vida.

-Y lo reflejó en El Víbora.

-En los 90, cuando ya dibujaba ahí, la mayoría de los contenidos tocaban las drogas y la música, pero hablaban todavía de la cocaína, de los porros, de rock y algo de jazz. Hasta que llegué yo y empecé a introducir las drogas de diseño y la música electrónica de las raves. Porque la cultura propia de los 90 se desarrolló en las discotecas.

-Entonces había mucha denuncia social también.

-En mis cómics nunca he tenido una actitud de denuncia. De sátira sí, porque todo lo enfoco a la naturaleza humana. Me pasa como a aquel filósofo griego que dijo: "Todo lo humano me es propio". Y con todo lo humano, me refiero a todo: lo que nos gusta y lo que no nos gusta.

-¿Es más fácil hablar ahora de esos temas que antes?

-La gente es ahora más mojigata. En los 80, e incluso en los 90, había más frescura y más libertad. La corrección política ha sido un cáncer para la creatividad. Y para la frescura a la hora de expresarse, también en términos coloquiales. Y lo digo claro: hacer chistes de negros o de judíos o gays no te convierte en homófobo ni en antisemita, en absoluto. Es hacer sólo un chiste. Digo estos ejemplos porque es lo típico pero también me río de mí mismo.

-¿Hay más mojigatería y menos sentido del humor?

-Los censores no tienen sentido del humor y la mojigatería es no tenerlo.

-Usted ha tenido problemas con los censores.

-En Italia. Aunque en mi caso fue censura buena porque me dio tanta publicidad gratuita que de no ser nadie en Italia pasé a ser todo en pocas semanas. Siempre estaré agradecido a la Fiscalía de Cremona por haber secuestrado mi tebeo.

-Y usted quería ser fiscal...

-Estudié Derecho con intención de ser fiscal. Y las paradojas de la vida: un fiscal secuestra mi tebeo [Psychopathia Sexualis]. Poco después lo premiaron por ser el mejor cómic europeo en el Festival de Roma. Éstas son las cosas de naturaleza humana que me encantan.

-El sexo está muy presente.

-La música ha sido la máxima influencia que he tenido pero aparte tengo otras tres que son la ciencia, la tecnología y, claro, la pornografía, como es obvio.

-Brian the Brain tiene mucho de ciencia y tecnología. Y de denuncia social.

-No pretendo denunciar nada sino poner el ojo en determinadas cosas y que el lector saque sus conclusiones. Hace unos años, en Nápoles, me vino un chico muy educado y me dijo: "Permítame que le diga algo. Gracias por hacerme pensar sin decirme lo que tengo que hacer". Me pareció el cumplido más bonito que me han dicho nunca. Parto de la base de que el lector es listo para decidir lo que es bueno y lo que es malo. Me parece interesante que un tebeo no sea plano y tenga varias lecturas. Es lo que pasa, por ejemplo, con El Quijote, lo que lo hace universal.

-Usted acaba de ilustrar una nueva edición.

-El Quijote lo he descubierto bastante tarde, cincuentón ya. Lo intenté de joven y no pude con él, y de adulto, al poco de descubrirlo, me salió esa oportunidad. Porque hay un Quijote que no se ha ilustrado. No es un libro en blanco y negro, trascendente y serio, es de humor. Es mucho más que eso, por supuesto; hay detrás naturaleza humana, con inteligencia, poesía, crueldad, violencia, lenguaje soez... hay de todo. Es una road movie que comparo con Easy Rider. Me da rabia que los académicos, cuando hablan de él, vayan siempre a la parte profunda. ¡No lo contéis así que espantáis a la gente! El Quijote es Torrente y Tarantino pero a lo bestia, con mucha más brillantez en todo. Es divertidísimo.

-¿La cultura popular es una vía de llegar a la clásica?

-No soy muy fan de las series pero conozco superficialmente Juego de Tronos y eso es Shakespeare en estado puro, adornado con elementos contemporáneos. Todo eso ya lo cuenta en Hamlet, en Ricardo III, en más obras. Pero El Quijote es una novela con tiempos y narrativa de novela divertida. Se escribió para reírse, como una crítica -porque hay mucha hijoputez ahí por parte de Cervantes- y como entretenimiento. Los académicos no te lo cuentan así, y no te apetece leerlo. Y luego Doré, que era un gran dibujante pero un mal ilustrador de El Quijote, lo hace teatral, idealizado, romántico; pero no es eso, es La Mancha: todo un secarral lleno de chicharras y moscas, olor a pedo, palizas, putas…

-Hay que releer El Quijote y los clásicos.

-Hace unos días vi en la tele el avance de un programa de esos de encontrar pareja en el que una chica muy atractiva, de unos 25 años, presumía que no era de leer. ¡Presumiendo! En este país hay gente que presume de ser inculta y eso ya me parece la hostia. Si hemos llegado a eso ya, cuidadín, que tenemos un problema grave.

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