paloma sánchez garnica. escritora

"Nos empeñamos en ser infelices, a pesar de tenerlo todo"

-¿Publicar tras recibir el Premio Fernando Lara le hace ver las cosas de manera diferente?

-Los premios lo bueno que tienen es que te dan visibilidad y reconocimiento. Ahora ya tengo la seguridad que antes tenía que esperar a ser reconocida por los lectores.

-Ejerció de abogada, pero ¿pensó en llegar tan alto en la literatura?

-No, no había pensado en escribir. Siempre he tenido, y es ahora cuando la identifico, una inquietud de hacer algo, por eso mi vida siempre ha sido una búsqueda. Me casé muy joven, pero desde siempre he tenido mi espacio, he hecho cursos de inglés, la carrera de derecho, una oposición, la carrera de historia... y un día colgué la toga. Más tarde estaba en una cena con unos amigos y alguien dijo que para que te recuerden hay que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro, y me lo plantee, sólo me quedaba el libro. Empecé en enero del 2004, me apunté a un taller literario y al año siguiente me publicó Espasa.

-¿Por qué esta vez ha elegido una historia actual?

-Las historias no las elijo, me eligen y me eligen en base a una curiosidad, a unas ganas de indagar en algo; antes era conocer mi pasado, mi presente y estar mejor preparada para el futuro; ahora se trata de comprender el mundo que me rodea, los conflictos personales e interpersonales que bullen a mi alrededor.

Esta novela surge a raíz de una lectora, ahora buena amiga, con la que a partir de La Sonata del Silencio empecé a hablar. Me contó su historia, una señora con una vida aparentemente perfecta pero es una hija bastarda. Me cuenta sus carencias, el significado que supuso para ella conocer la verdad con 12 años...

-¿Qué ha aprendido?

-A ser más tolerante, incluso con el más malvado, porque hasta él, sin justificarle, tiene una razón para ser como es, tiene un origen. A veces pensamos cómo una persona puede pensar así, pero lo pensamos desde nuestra propia realidad, desde nuestra vida acomodada y feliz, y desde ahí nos atrevemos a juzgar las actitudes y hechos de los demás sin tener en cuenta lo que les rodea. He aprendido también que el perdón es importante, he reflexionado mucho sobre el perdón.

-¿Qué estamos haciendo mal para ser incapaces de ser felices?

-A veces nos empeñamos en mantenernos en la infelicidad, aún teniendo todo a favor, por comodidad, por miedo al riesgo, al cambio, a romper con lo que tenemos, aunque no nos llene. Y a veces nos empeñamos en anhelar lo que idealizamos en otros, sin darnos cuenta de que el idilio lo tenemos que tener con nosotros mismos y con lo que tenemos. Estamos en una sociedad en la que el fracaso se considera algo negativo. Claro que es malo, pero es peor equivocarse por las decisiones de otro. De todo se aprende y se aprende más de los fracasos. A veces aparcamos la felicidad como algo muy arriesgado, aunque no nos guste la vida que tenemos.

-¿Cree que manejamos mal sentimientos tan destructivos como la culpa?

-La culpa de no tener una vida llena es un acto individual y si no haces nada será una sombra cada vez más negra y puede llegar un momento en el que no te quede capacidad de reaccionar. Es algo que se entrena, si nunca has reaccionado, con 70 años es muy complicado empezar a hacerlo. Creo que la culpa viene de la inactividad.

-Presenta una realidad cotidiana que seguro que más de uno se sentirá identificado con algún personaje.

-A mí la lectura me sirve para identificar mis carencias, para descubrir miedos e inquietudes. Me encanta por tanto identificarme, reaccionar ante algo que leo y que eso le pasara a mis lectores me encantaría.

-Otro de los temas de la novela es el maltrato psicológico, ¿estamos obviando este tipo de maltrato?

-Ahora ya no. El hecho de que identifiquemos el problema es un avance, hasta el año 89 no se reformó el Código Penal, llevábamos unos años de democracia, y aún existía el débito marital, es decir, una mujer no podía denunciar a su marido por violación. Hasta el 95 en la ley tampoco se reconoce el maltrato psicológico. Todo esto ha supuesto una evolución en la mentalidad de la gente, ya no pensamos que es un problema de la pareja en el que no te puedes meter, sino que es un problema social. Tenemos que afrontar este problema de manera multidisciplinar, desde la legislación, el mundo sanitario, el de la educación... Cada uno de nosotros hemos de sensibilizarnos y estar pendientes para dar instrumentos a las mujeres que están tan domesticadas que ni siquiera pueden hacerlo solas.

-¿Quién va a leer su libro?, ¿por qué nos empeñamos en catalogarla como de mujeres?

-Nosotras hemos leído durante siglos libros de hombres que hablan sobre el sentimiento de las mujeres, La Regenta, Madame Bovary, Ana Karenina, Fortunata y Jacinta, mujeres y sentimientos muy potentes. No nos hemos planteado si la portada es femenina o no, pero un hombre coge esos libro y no se plantea que trata sobre sentimientos y sobre una mujer, simplemente lo lee. Son prejuicios. Me soprende que a un hombre no se le pregunte si su novela está dirigida a hombres. Parece que ellos escriben para la generalidad y nosotras para mujeres.

-¿Tiene alguna nueva novela en mente?

-Algo tengo, pero hasta que no salgan estos personajes de mi vida no puedo pensar en otros.

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