las claves

La gran tormenta

  • Órdago. Sánchez ha reaccionado con una rapidez tal ante la detención de Eduardo Zaplana y la sentencia del caso Gürtel que en cuestión de horas ha cambiado el mapa político

Pedro Sánchez puede convertirse en presidente del Gobierno en pocas días.

En una jugada no esperada ni siquiera por sus compañeros de partido, y mucho menos por el PP, el dirigente socialista ha reaccionado con una rapidez tal ante la detención de Eduardo Zaplana y la sentencia del caso Gürtel, que en cuestión de horas ha cambiado el mapa político. Hace trece meses, nadie le daba vencedor de las primarias convocadas por el partido del que había salido como secretario general para, se creía, nunca más volver. Desde entonces, ganó esas primarias aunque no supo enderezar su partido y retener a sus votantes, demostró sentido de Estado ante el desafío independentista y apoyó sin complejos las medidas que planteó Rajoy en Cataluña y, cuando todo parecía idílico entre los dirigentes de los dos partidos históricamente adversarios, las decisiones judiciales sobre Zaplana y Gürtel le provocaron tal indignación que no vio más salida que presentar una moción de censura contra Rajoy.

Ferraz teme que un apoyo independentista pueda tener un coste irreparable para el PSOESe ha reabierto un debate latente que nadie se atreve a plantear: la sucesión de Rajoy

No hizo falta convencerlo. Cuando convocó a su núcleo más cercano, Adriana Lastra, Margarita Robles, su jefe de gabinete Juanma Serrano, Óscar Puente y Alfonso Rodríguez de Celis -Cristina Narbona y José Luis Ábalos se encontraban de viaje mientras que Carmen Calvo se incorporó a una nueva reunión por la tarde- , escuchó todas las propuestas sobre cómo debía reaccionar el partido ante una sentencia que consideraban inaceptable para un Gobierno democrático. Y hubo coincidencia: al PSOE no le cabía más salida que presentar una moción de censura. O eso, o dimitía Pedro Sánchez como líder de la oposición, pues nunca se daría un caso tan escandaloso para un Gobierno como el que suponía una sentencia que negaba credibilidad al presidente de Gobierno, dictaba sentencias para algunos de sus ex colaboradores que superaban en mucho a cualquier otra relacionada con casos que habían provocado una auténtica alarma social, y consideraba que el partido de gobierno se había estructurado como una "organización criminal" para financiarse ilegalmente.

Fue Margarita Robles, juez de larga trayectoria hoy en excedencia, la que analizó con detalle los términos del texto judicial y fue tan unánime la decisión de que había que presentar la moción de censura que el texto de la moción se redactó esa misma noche, para llevarla al registro del Congreso antes de que se iniciara la reunión de la Ejecutiva, convocada para las 11 de la mañana del día siguiente. Que, en contra de lo que se dijo, no era para debatir sobre la conveniencia de la moción, sino para comunicar los porqués de haber tomado esa decisión.

Por la tarde se hicieron llamadas a miembros destacados del partido y dirigentes autonómicos, pero pocas de ellas las realizó Sánchez, se encargaron miembros de su equipo, sobre todo Juanma Serrano, de los pocos que le acompañaron en su primera etapa de secretario general, en la penosa travesía del desierto, y a su regreso a Ferraz. No hubo llamadas a otros partidos, Sánchez prefirió no hacerlo hasta después de registrar la moción. Pero sí se analizó en profundidad en las reuniones de Ferraz las consecuencias de contar con determinados apoyos.

¿elecciones anticipadas?

De la misma manera que hubo acuerdo en la moción, también en que no se iba a pedir respaldo a los partidos independentistas. Pero, como explicó el propio Sánchez en su rueda de prensa, si le apoyan, no se sentirá incómodo porque también CiU, hoy PDeCAT, ha apoyado a Gobiernos anteriores. Sánchez querría contar con el respaldo de Ciudadanos, Podemos, el PNV y los canarios, pero tanto él como sus compañeros saben que, si presentan la moción, Bildu, el PDeCAT y ERC con toda seguridad se sumarán a ella. El problema es que sin Ciudadanos solo saldría adelante la moción de censura si la apoyan los restantes grupos parlamentarios incluidos los independentistas. Es la razón de que ese asunto se tratara muy minuciosamente en las reuniones de Ferraz, pues la sensación generalizada de los asistentes era que eso podría tener un coste irreparable para el PSOE y para Sánchez, aunque está decidido a seguir la misma línea que pactó con Mariano Rajoy para hacer frente al independentismo catalán.

En esa reunión no se habló de Sánchez en términos que pudieran hacer pensar que lo consideraban ya futuro presidente, pero esa idea estaba en el aire. Lógico cuando se analizan los pros y contras de presentar una moción de esas características.

Las palabras Ciudadanos y Rivera sí se pronunciaron varias veces. Sánchez, no es ningún secreto porque lo dice en público, considera al dirigente de Ciudadanos como un político que cambia de criterio en función de lo que considera oportuno en cada momento, y por tanto ninguno de los socialistas se mostraba seguro sobre cual podría ser su posición ante la moción. Dependerá de cómo reaccionen sus posibles votantes ante lo que suceda en los próximos días.

Una vez más ha vuelto a sorprender el partido de Rivera, que ha convocado a su ejecutiva la semana que viene. Pero, de momento, a través de Villegas ha anunciado que exigirá a Rajoy que convoque elecciones y, que de no hacerlo, apoyará una moción de censura, aunque no la que registró ayer el PSOE. Un anuncio insólito: no se pueden convocar elecciones cuando está en proceso de trámite una moción de censura. De hecho uno de los asistentes a las reuniones del jueves en Ferraz explicaba que una de las razones de presentar la moción al día siguiente temprano era impedir que Rajoy convocara elecciones y que fuera el PSOE quien tuviera la iniciativa y dejara al PP a expensas de las decisiones que tomaran los socialistas.

el calendario de rajoy

En cuanto al PP, si el primer sentimiento que se vivió en Génova cuando se conoció la sentencia fue de tristeza, de desolación, por la tarde aparecieron los primeros síntomas de preocupación cuando se empezó a rumorear que los socialistas estaban pensando en presentar la moción de censura. El argumentario que se distribuyó desde Moncloa y Génova estaba bien razonado, bien estructurado, pero se venía abajo cuando el problema ya no era cómo responder a una sentencia demoledora, sino cómo responder a una moción de censura.

La mañana del viernes aparecieron síntomas más inquietantes: anuncios de algunos dirigentes locales no excesivamente relevantes de que dejaban el partido. No se les dio excesiva importancia, pero en cambio sí a un texto que provocó estupor e incluso ira: el que colgó en Facebook la vicesecretaria Andrea Levy desmarcándose de la posición oficial del partido. En los pasillos de Génova se escucharon algunos comentarios sobre que, si pensaba así, debía dimitir de su importante cargo, aunque en honor de la verdad también se escucharon otros que decían comprender a la catalana que, junto a Pablo Casado, Javier Maroto y Fernando Maíllo, Mariano Rajoy incorporó hace tres años a la dirección nacional para dar un impulso al PP con nuevas caras.

En ese ambiente tan convulso, perverso incluso, se ha reabierto un debate latente desde hace tiempo pero que nadie se atreve todavía a plantear: la sucesión de Rajoy. Lo que cuentan aquellos que creen conocerlo bien, que confiesan que no han recibido ninguna confidencia por su parte, es que el presidente -de momento, tal como están las cosas- se inclina por dar paso a otro candidato, consciente del enorme rechazo que provoca. Pero lo haría después de las generales y autonómicas. Lo que ocurre es que hoy el calendario de Rajoy ya no depende de él sino de Pedro Sánchez y del éxito o fracaso de su moción de censura.

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