La Rotonda

rogelio rodríguez

El ilusionista de la Moncloa se escuda en la ficción

La Justicia, que es tardía, pero casi siempre implacable, ha diseccionado la trama Gürtel y condenado con rigor a los responsables, entre ellos el propio PP, cuya probada caja B será juzgada en una causa aparte. Es solo el principio, ya que el partido que gobierna tiene en los tribunales una baraja de cloacas. Los casos Púnica, Lezo, Brugal, Zaplana... hacen cola en el brocal de los cañones que apuntan a la formación de la calle de Génova. La sentencia, que marca un hito al representar la primera condena por delito económico contra un partido en el poder, desvela los guisos del aznarismo y desacredita el testimonio del jefe del Ejecutivo. Por menos motivos han caído edificios más altos.

Mientras la Audiencia Nacional emitía su veredicto, Mariano Rajoy expresaba en la Cope su ánimo para presentarse a la reelección y su optimismo sobre la estabilidad de un país que cada día rotula sus portadas con noticias que aniquilan el crédito de las instituciones. La primera ley de la magia es desorientar, según detalla Donna Tartt en su novela El jilguero, y en ese empeño radica hoy la estrategia del ilusionista de La Moncloa, dirigida sobre todo a un electorado en fase de trashumancia. Pero los disfraces de la verdad, que solo se adquieren en la tienda del diablo, se difuminan ante otra verdad, y son muchas las verdades que desenmascaran la impostura del Gobierno y del PP.

Como dijo el escritor checo Milan Kundera, "en estos días solo puede ser optimista un gran cínico". O los que por interés militan en la engañosa filosofía de la justificación. Rajoy mantiene sin rubor que la corrupción se limita a "casos aislados, que pertenecen al pasado", y a punto estuvo de decir que, con un poco de paciencia, el secesionismo catalán se desparramará entre Bruselas y Berlín y el investido Torra aspirará pronto a la Real y Distinguida Orden de Carlos III. El presidente tiene justiciables motivos para abundar en la desfachatez. Su única baza está en los Presupuestos, aprobados con el apoyo de C's y de un ambiguo y chantajista PNV, que con solo cinco diputados ha maniatado al Gobierno y, a la vez, cautivado a Bildu con el compromiso de un nuevo Estatuto émulo del de Ibarretxe. ¡Ya quisieran las demás autonomías el botín vasco!

El drama se incrementa al comprobar la ausencia de una alternativa que genere confianza para afrontar los males que pudren el sistema. Ni siquiera reconforta la esperanza blanca que representa Albert Rivera, cuyos indudables méritos los empaña su frenética galopada desde territorios templados, socialdemócratas incluso, a un españolismo logrero de banderas populistas. Por eso todos huyen de las urnas. No las desea el PSOE en su bochornosa deriva; ni Ciudadanos, confiado en que las intensas llamas de la corrupción terminen por destruir el PP; ni Podemos, sumido en la hiel de sus farsas. De eso, y del chalet de Pablo Iglesias e Irene Montero, pensaba escribir hoy…

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios