Festival de Música y Danza de Granada

Ballet vienés en la primera noche de danza

  • Legris dirigió a la Compañía que baila en el Concierto de Año Nuevo de Viena En su Lago de los Cisnes, llevó a cabo la máxima de empujar a los bailarines al límite

El recuerdo de los legendarios Rudolf Nureyev y Margot Fonteyn planeó anoche por el Generalife. Hace treinta años que bailaron en Granada, y de aquellas actuaciones han quedado algunas de las fotografías más bellas de la historia de nuestro Festival. Manuel Legrís ha sido pupilo del genio ruso de la danza en París y lo idolatra. Como no podía ser de otra manera comenzó rindiéndole tributo con el "Paso a cinco" de El lago de los cisnes, una pieza que llegó directamente al corazón de los espectadores por su virtuosismo, delicadeza y elegancia. Los más expertos dicen que nadie bailó el Lago de los Cisnes mejor que Nureyev-Fonteyn. "Tras aprender coreografías tan difíciles como este "paso a cinco", una innovación que Nureyev realizó para el Ballet de la Ópera de Viena en 1964, todo es más fácil para un bailarín", explicó el director del Ballet Estatal de Viena, antes de su ensayo matutino en El Generalife. "Después de aprender sus obras clásicas, una nueva parece sencilla".

Lleva razón Manuel Legrís (París, 10 de octubre de 1964). Una fotografía de Nureyev preside su estudio de Viena. Las enseñanzas de su maestro contribuyeron a hacer de él una estrella del Ballet de la Ópera de París. También es Caballero de la Legión de Honor y Comandante de las Artes y las Letras. Con ese bagaje llegó a la dirección de la Wiener Staatsballet. La compañía ha vuelto tres décadas después de su última visita a la ciudad de la Alhambra, con un programa especial que incluyó coreografías legendarias de Nureyev (El Lago de los Cisnes), Balanchine (Allegro Brillante) o Neumeier (Vaslaw). En 2010 se fusionó con el ballet de la Volksoper, bajo la dirección del francés Manuel Legris cambiando su nombre de Wiener Staatsoper Ballet a Wiener Staatsaballet.

No es una compañía cualquiera. Cada 1 de Enero, sus bailarines se cuelan por nuestras televisiones haciéndonos soñar. Son muy pocos los que consiguen una entrada para el lujoso y exclusivo Concierto de Año Nuevo de Viena. En esta ocasión han cambiado los dorados de Viena por el orientalismo de la Alhambra. "Me siento dichoso de que estemos en este escenario tan amplio. La vegetación y la naturaleza lo convierten en un sitio mágico", aseguró Legris.

En su Lago de los Cisnes, Legris llevó a cabo la máxima de Nureyev de empujar a los bailarines al límite, sacando así de ellos "su poder, su personalidad y una comprensión máxima de la música", según explicó por la mañana. Tenía prisa por irse a ensayar y no hubo demasiado tiempo para palabras. Fue sobre el escenario, horas después, donde lo dio todo. Música y movimiento se unieron despertando el aplauso del público en esta segunda noche de Festival dedicada a la danza. El Príncipe Sigfrido desplegó entre los cipreses su temor a una boda elegida por su madre, a la carga de responsabilidad que supone heredar el trono. Odette, el cisne blanco y Odile, el negro, desplegaron sus alas para recrear el cuento Der geraubte Schleier (El velo robado) escrito por Johann Karl August Musäus. La primera representación tuvo lugar el 4 de marzo de 1877 en el Teatro Bolshói de Moscú y parece mentira que en su estreno sólo obtuviera malas críticas del tipo "difícilmente se convertirá en un ballet de repertorio y nadie lo va a lamentar". Afortunadamente, llegó Petipa con una nueva coreografía y desde los años 40 es uno de los ballets más bailados. Su inclusión es perfecta en un programa que llevaba por nombre Obras maestras de la danza.

Otra de las coreografías que Manuel Legris presentó en una noche de luna muy agradable y con el aforo del teatro completamente lleno fue Eventide, que significa atardecer.

Muy pocos minutos antes el atardecer había caído sobre la Alhambra con sus espectaculares tonos rosados. Era una noche especial porque la luna de Júpiter y Venus formaban un triángulo exacto. Merece la pena subir con tiempo a los espectáculos para disfrutar de ese momento mágico que todo el mundo recoge con sus cámaras porque es de una belleza total. Esta pieza fue creada por la prestigiosa bailarina y coreógrafa californiana Helen Pickett y lleva música de Ravi Shankar y Philip Glass. Una propuesta muy diferente pero onírica y llena de sentimiento que se desarrolla a un ritmo trepidante, con un numeroso grupo de bailarines sobre el escenario. Firmaba la escenografía Benjamin Philips. El vestuario era de Charles Heigtchew. Gran sincronización y maestría en una pieza de unos seis minutos de duración que ha sido bailada por jóvenes compañías como el ballet de Boston, fundado en 1963.

El clasicismo volvió de nuevo al escenario con el paso a dos de El Corsario, inspirada en el poema de Lord Byron, que se estrenó en la Ópera de París en 1856, con coreografía de Joseph Mazilier. Aunque la partitura está firmada por Adolphe Adam, el pas de deux que vimos ayer fue añadido por Marius Petipa en 1899, con música de Riccardo Drigo. En 1868, Marius Petipa y Jules Perrot hicieron una reposición de este ballet para el Teatro Bolshoi de Moscú que es la que conocemos en nuestros días. Saltos, piruetas y giros arrancaron los aplausos del público. Emocionantes y llenos de colorido los amores del pirata Conrad y de Medora protagonizados por una estupenda pareja de la compañía vienesa.

No podía faltar Nijinsky en una noche como ésta. En él se inspira John Neumeier con su coreografía Vaslaw, creada en 1979. Música de El clave bien temperado y de la Suite francesa de Bach que también resultaron atractivas en El Generalife. Para los amantes de Vaslaw Nijinsky, existe una gala anual a cargo del Ballet de Hamburgo en memoria de uno de los más dotados bailarines en la historia célebre por su virtuosismo, por la profundidad e intensidad de sus caracterizaciones.

Un Allegro Brillante con coreografía de Balanchine sobre la música del animado Concierto de piano nº 3, de Chaikovski, completó el programa que Manuel Legris trajo al mismo escenario donde la compañía que dirige bailó hace tres décadas. Una prueba más de que el ballet clásico nunca muere porque alimenta el alma y los sentidos, además de despertar gran admiración. Muy especialmente, si está interpretado por el Wiener Staatsballe que interpreta para el mundo el primer baile de cada año, con las piezas coreográficas del tradicional Concierto de Año Nuevo.

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