Crítica 'Paradise: Faith'

La risa de Seidl

Paradise: Faith. Director: Ulrich Seidl. País: Austria, Francia, Alemania. Año: 2012. Duración: 113 mins. Intérpretes: Maria Hofstätter, Nabil Saleh, Rene Rupnik, Natalya Baranova.

Seidl se academiza a marchas forzadas, al clamor de los siempre dudosos aplausos internacionales. De Jesus, Du weisst a Paradise: Faith ha pasado casi una década y la sensación es que al austriaco, que siempre consideró su material demasiado bueno como para cortarlo, cada vez le cuesta más tomar distancia. Hablamos de un desequilibrio que juega en su contra -el material de la trilogía Paradise antes hubiera dado para una película episódica a lo Hundstage- y que produce que el principal estímulo de su cine (una concepción estructuralista en la repetición y ordenación de los planos-placa) se pervierta irremediablemente. Carente de ritmo, el cine de Seidl no es nada, una acumulación más bien insoportable de dialécticas baratas que sacan lo peor del espectador. Al cineasta austriaco se le escucha ya reír demasiado entre planos, risa matérica que tiene el reflejo deformado en la de la platea, que más que molesta o incómoda cada vez se siente más segura de sí misma en su ridícula risa de superioridad.

En Paradise: Faith Seidl cruza los temas habituales de su mirada a Austria como agujero negro de Europa: delirio católico, xenofobia galopante y nostalgia de Anschluss. Pero ya parece demasiado seguro de todo esto que ha repetido hasta la náusea y ha olvidado que también debe filmarlo. Así, los apartes verité -a excepción de la visita a Rene Pupnik, algo de aire fresco a la austriaca- en los que confía para que la película ascienda en intensidad más bien terminan deparando borrones en su frígida caligrafía, y sólo los muy porno-fans se pueden sentir interpelados o conmovidos. Ulrich Seidl no es Pialat ni Cassavetes, da la impresión de que se está convirtiendo en un reputado diseñador de interiores.

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