pasado con presente incluido

Antonio Robles: El tendero del pueblo

  • Ha sido durante casi cuatro décadas el responsable de Covirán, cooperativa de la que es presidente honorario

  • Durante su presidencia la empresa pasó de tener ochenta socios a 2.800

Seguro que muchos de ustedes se acordarán de aquellas tiendas de mostrador de madera que llevaban anclados extraños artilugios como una máquina para cortar bacalao a manera de guillotina, un émbolo con manubrio para despachar el aceite, un ingenio con tolva para moler el café o una balanza de aquellas para pesar con la leyenda de "este establecimiento dispone de un juego de pesas y medidas a disposición de los clientes". El cartel estaba pero curiosamente nunca el juego de pesas y medidas. Tampoco podía faltar, por supuesto, la inefable caja redonda de arenques con cuyas circunferencias de madera los niños hacíamos aros. Eran tiempos en los que se despachaba a granel los muchos productos que venían de ultramar o de las colonias, de ahí que las tiendas se llamaran de ultramarinos o coloniales. Las tiendas eran atendidas por tenderos embutidos en batas grises o mandiles blancos que inevitablemente llevaban un lápiz en la oreja para hacer las cuentas en los tomos de papel de estraza, que también estaban encima del mostrador. En un cajón estaba la libreta gorda en donde se apuntaba lo fiado. "Dicen que las tarjetas de crédito las inventaron los bancos, pero es mentira, las inventaron los tenderos", asegura Antonio Robles, nuestro entrevistado de hoy. Pues bien, una de esas tiendas fue la que compró Antonio a un tío de su mujer, uno de los fundadores de Covirán, y así fue como se hizo tendero. Diez años después llegó al cargo de presidente de la citada cooperativa, tan granadina que hasta en sus siglas lleva implícito el nombre de la patrona de la ciudad. ¿Su mérito? Haberse hecho cargo de la empresa cuando tenía cuatro empleados y ochenta socios y haberla dejado con mil empleados y unas 3.500 tiendas asociadas. Ahí es ná. Antonio Robles es presidente de honor de Covirán y durante su vida laboral ha ocupado, dentro del mundo empresarial, diferentes cargos ejecutivos en empresas nacionales de alimentación: vicepresidencia de la Organización Nacional de Cooperativas UDACO, presidencia de la Sociedad de Import-Export y Marcas Propias, en Madrid y participó en la creación de la empresa Oligra. Robles fue además consejero de la Caja Rural de Granada y elegido presidente de la Cámara de Comercio de Granada en 1998 hasta 2006. En el año 2000 recibió la Medalla de Andalucía. Es hijo predilecto de Nigüelas y el Ayuntamiento de Granada también le dio su medalla. Ahora, con 77 años, es "agente de bolsa" porque ayuda a su mujer a la compra, va una vez por semana a Covirán, participa en una tertulia de jubilados y recoge a sus nietos del colegio.

Ahora reparte su tiempo entre su familia, sus amigos de tertulia y la Fundación

UN HOMBRE CAMPECHANO

Antonio Robles gasta una amabilidad de persona acostumbrada a saludar a mucha gente. Feliz, con esa sonrisa fácil que le caracteriza, viene a mí con los brazos abiertos para darme un abrazo. Es de natural cálido y sus modales parecen depender de su propia solidez corporal. Vestido con una impecable camisa rosa, parece que el color le va bien a su vitalidad y a sus gestos. Campechano, cordial, sencillo, jovial… su forma de ser parece conjugar todos los sinónimos de la afabilidad, como aquel tendero al que nuestra madre nos enviaba a comprar un cuarto de jamón con el ruego de que nos lo diera del bueno porque era para un enfermo.

Nuestro encuentro es en la cafetería del hotel Meliá. Nada más sentarnos le cuento a Antonio que acabo de venir de Roncesvalles y enfrente del pequeño hotel donde dormí, en Burguete, había una tienda de Covirán.

-Sí, en Navarra tenemos muchos socios. Es que absorbimos una cooperativa de allí y muchas tiendas y supermercados se adhirieron a nuestro proyecto. También tenemos muchas en Cantabria y el País Vasco. Y en general en toda España.

Antonio Robles tiene ese tipo de memorias de las que cuando se hace uso de ellas aparecen datos que a cualquier interlocutor le pueden resultar irrelevantes, como el día exacto en que se fue a Alemania a trabajar o el día en el que terminó la mili. Antonio Robles nació en Granada en el año 1941. Con una madre enferma y un padre que trabajaba lejos, tuvo que ser criado por sus tíos Manuel y Concepción, que vivían en Nigüelas y que lo acogieron cuando solo tenía dieciocho meses.

-Alguien dijo que la patria de uno es la infancia, y es verdad. Por eso yo me considero nigüelense, porque allí fui a la escuela, porque allí tuve amigos y porque de allí es la mujer con la que llevo casado 52 años.

Antonio es por tanto un niño de la postguerra. En la nebulosa de su infancia dice que recuerda cuando la Guardia Civil arrestaba algún que otro maquis y lo llevaba maniatado por el pueblo camino del cuartelillo. Y de como en las casas apenas se hablaba de la guerra porque era un tema tabú. A pesar de todo Antonio dice que tuvo una infancia muy feliz, con un maestro, Don Daniel, que le estuvo dando clases hasta que cumplió los catorce años y dejó de la escuela.

-Yo era un niño bueno, obediente y muy reflexivo que pasaba una infancia sin demasiadas complicaciones. Mis tíos eran muy buenos conmigo y, la verdad, yo nunca he pasado hambre como la pasaron algunos de mis amigos en aquellos años atroces de miseria y necesidad.

Antonio pasó su adolescencia ayudando a sus tíos en las labores agrícolas y ganaderas, hasta que se fue a la mili, a Ceuta, donde hizo lo posible para que le nombraran cabo porque le habían dicho que los cabos se libraban de las tareas infames de los cuarteles.

-Yo creo que fue a ahí donde me di cuenta de que me gustaba mandar, jajajajajaja.

Cuando vino de la mili fue uno de aquellos emigrantes que ató la maleta para irse a Alemania. Estuvo en Mannheim haciendo cajas de cambios para los tractores Jhon Deere. Pero al segundo año de estar allí, vino a Granada a pasar las fiestas del Corpus con su novia y ya no volvió a Alemania.

-Al poco tiempo me casé con Encarnita, mi mujer y le compramos la tienda a un tío suyo, que fue uno de los que fundaron Covirán. Así entré yo en la cooperativa. Fue en el año 1966. La tienda estaba en la esquina de la calle Verónica de la Magdalena con Moral de la Magdalena, justo al lado del Sanatorio 18 de Julio. Y la verdad es que me fue bien. Con respecto a la cooperativa, una vez revisando papeles me encontré que había sido creada en 1961 y en una de sus primeras actas decía que los socios debían ir con sus propios sacos a por las legumbres y el azúcar, porque todo se vendía a granel. El inicio de la cooperativa debió ser el encuentro de cuatro o cinco comerciantes honestos y emprendedores que creyeron que comprando los productos conjuntamente podrían ahorrarse unas perrillas.

En la cooperativa Antonio entró con el pie derecho y estuvo durante varios años en diferentes cargos directivos. Hasta que en 1976 es nombrado presidente. Desde entonces la historia de Covirán está ligada a su persona. Él lo ha sido todo allí. Fue él quien resolvió la gran crisis por la que pasó la empresa a comienzos de los años ochenta, cuando estuvo a punto de terminar su actividad como cooperativa de detallistas. Antonio Roble lo recuerdo ahora todo con cierta distancia.

-Bueno, hubo una especie de escisión cuando compramos el centro de Armilla. Fueron meses de mucha tensión porque había intereses diferentes. La cooperativa iba a desaparecer. Los que estábamos interesados en continuar con la actividad, pudimos hacer borrón y cuenta nueva y fundar otra con nombre distinto, pero al final decidimos seguir con el mismo nombre. Hoy estoy más seguro que nunca que este es un modelo de negocio rentable y, a la vez, socialmente comprometido.

REPETIR VIDA

Cuando Antonio Robles habla de la empresa en la que ha estado casi toda su vida se le ensancha la cara y en ella aparecen los signos de un hombre satisfecho con casi todo lo que le ha pasado en su existencia. Dice que si volviera a nacer no le importaría repetir vida. Se casaría con la misma mujer, tendría los mismos tres hijos y los mismos cinco nietos y trabajaría en donde ha trabajado siempre. Dice que por supuesto ha tenido malos momentos, pero los buenos han sido tantos, que su memoria casi ha borrado a aquellos. En esa conversación de viejos amigos que mantenemos ante un par de Coca-Colas (no es hora del vino), me refiere que él casi nunca va a comprar a las grandes superficies porque prefiere el trato personal con el vendedor, algo que siempre ha tenido presente a la hora de aumentar el número de socios. Y que una de las metas de esta empresa ha sido siempre influir de manera positiva en el tejido cooperativo, evitando que desaparezcan muchas empresas familiares, así como crear nuevos puestos de trabajo que permitan el aumento de los socios. Una filosofía basada en la cercanía y el contacto con el cliente.

-Tenemos socios en prácticamente toda España y Portugal. Nuestra política ha sido la de absorber pequeñas cooperativas en todo el territorio nacional. Aunque nuestro gran salto fue en 1985 cuando nos hicimos con Codemo, una cooperativa de Motril. Desde entonces no hemos parado de crecer. Y lo seguirá haciendo porque la cooperativa se ha quedado en buenas manos, en las mejores.

Covirán tiene en este momento casi 2.800 socios con 3.500 tiendas y Antonio sabe que gran parte de ese éxito es suyo.

-¿Sabes? Yo siempre me he considerado un empresario raro, atípico porque yo no he creado ninguna empresa. Eso sí, he ejercido como empresario, pero siempre pensando en el bien de los socios, que son al fin y al cabo los que tienen la última palabra. Un colega tuyo, Antonio Cambril, escribió una vez que yo era "el jefe de los tenderos". Hubo gente que se creyó que aquello me había molestado, pero en absoluto. Les tengo mucho respeto a los tenderos y siempre me he considerado uno de ellos.

En cuanto a política, dice que siempre ha intentado que su ideología no trascienda a los negocios. Se considera cristiano y cree que Adolfo Suárez y el rey don Juan Carlos han sido primordiales a la hora de que en España se hiciera una transición modélica. Si no feo como el Marqués de Bradomín, si muy católico, juancarlista y sentimental. Le gusta el fútbol (es forofo del Granada y del Real Madrid) y le encantan los toros. "Si eso es ser de derechas, soy de derechas", dice.

Ahora Antonio Robles pasa su tiempo de jubilado de diversas maneras. No ha roto su relación con la empresa porque es presidente honorario y presidente de la Fundación. Tiene tiempo para dedicar a sus hijos y nietos y para una tertulia en el Meliá en la que participan jubilados como él. Muchos fines de semana va a su casa de Nigüelas, donde tiene una placeta que lleva su nombre, se supone que por lo mucho que ha hecho por el pueblo.

-En Nigüelas me quiere la gente. Lo noto por la forma tan efusiva como me saludan cuando me ven por allí. En verano suelo irme a la playa, pero porque le gusta a mi mujer. Yo cojo el moreno chiringuito de tanto jugar al dominó. Jajajajajaja.

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