Granada

Buscando a Nemo

  • El próximo martes se cumple un año de la apertura del Biodomo, la apuesta más atrevida del Parque de las Ciencias

Alrededor de 250 especies de flora y fauna llenan de vida los 500 metros lineales de recorrido del Biodomo, el gran acuaterrario del Parque de las Ciencias de Granada que comprime y acerca la biodiversidad del mundo a 200.000 usuarios que buscan lemures, baobabs, tiburones, ficus o algún "Nemo".

El Parque de las Ciencias de Granada, el museo científico más visitado de Andalucía, permite además viajar en una hora de Madagascar al Amazonas y de ahí al sudeste asiático para sumergirse sin mojarse en su río Sulawesi y mirar cara a cara a un tiburón o buscar con menos riesgo a "Nemo", el afamado pez payaso.

El Biodomo es un gran acuaterrario, el cuarto de sus características en el mundo, que recrea en sus 18.000 metros cúbicos de capacidad los hábitats del cinturón verde del planeta para comprimir en un recorrido subacuático, terrestre y aéreo de cerca de 500 metros la biodiversidad del mundo.

El director del área de Ciencias y Educación del museo, Javier Medina, explica que este espacio acoge distintos ecosistemas tropicales en una muestra más de la apuesta del Parque por el medioambiente y la biodiversidad.

El próximo martes cumplirá un año y ya ha permitido a sus alrededor de 200.000 visitantes contemplar arrecifes coralinos, el ardor de la jungla o algunas de las aves que surcan el cielo de África gracias a un espacio en el que una pata de vaca es un árbol, hay peces cirujano, murciélago o globo y la liebre es de mar y un invertebrado.

Este espacio, ideado con fines educativos, de conservación e investigación, recrea un manglar para permitir disfrutar de un ualabí de cuello rojo, las nutrias que pelean por salmón de la mejor calidad o los perezosos que asoman bien entrada la tarde para aferrarse a su tronco.

El recorrido por este mundo en diminuto arranca con la luminosidad de unas medusas tras el cristal y permite acercarse a una tortuga "Mata-Mata", a coloridas ranas cornudas o sapos malayos y a peces capaces de posarse a tomar el sol y desplazarse como si fueran focas. El biodomo acoge además anfibios, tritones, salamandras y tiburones y recrea la jungla, así como las formaciones rocosas más antiguas.

La parada en el Madagascar granadino comprime el proceso evolutivo de esta isla, la cuarta más grande del planeta y con un 80 % de su flora y un 70 % de su fauna endémicas, y permite interactuar con sus lemures de cola anillada, mucho más sociables que los titis, los tucanes o los armadillos con los que conviven.

En el día a día de este minimundo, serpientes, estrellas de mar, galápagos o iguanas conviven con los usuarios y llenan de vida el espacio, el mismo en el que hace algo más de un mes nació un nuevo muntjac, un pequeño ciervo de la jungla.

Pero el Biodomo tiene mucho más de lo que se ve en la visita porque suma a sus laboratorios los proyectos que se ejecutan en otros países para evitar que la biodiversidad que muestra se pierda. En Madagascar, y de la mano de la ONG Agua de Coco, el museo mantiene una línea de trabajo para recuperar y preservar los lemures; en Nepal mantiene un centro de cría de tortugas amenazadas y, en Granada, trabaja con la Universidad para crear un banco genético de la flora de helechos que hace millones de años poblaban Andalucía.

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