Ayer y hoy

Calle Pintor Manuel Maldonado

  • Allí está el Estadio de Los Cármenes y el Centro Cívico del Zaidín. Maldonado decoró la fachada y el interior de las Iglesias de la Chana y el Zaidín. Fue Académico y restaurador de la Alhambra

De aprendiz en la tienda de El Cisne el pintor Maldonado llegó a ser Académico de Bellas Artes, director de la Escuela de Artes y Oficios de Tetuán sustituyendo nada menos que a Bertucchi y restaurador de la Alhambra. Los aficionados del Granada CF que acuden a Los Cármenes conocen bien la calle, pero no sé si al pintor. A los vecinos de La Chana les resulta muy familiar, fue el que decoró con mosaicos la fachada y pintó el mural de la capilla mayor de la Parroquia de Santa María Micaela. También la del Corpus Christi del Zaidín.

Este granadino de la calle San José Baja número 8, hijo de una bordadora, era vecino de un decorador al que veía siempre rodeado de brochas, pinceles y latas de pintura. Tras su paso por la escuela se colocó de dependiente en El Cisne de Reyes Católicos y luego en los Almacenes La Esperanza que Miguel Rosales Vallecillos, padre del poeta Luis Rosales, tenía en Arco de las Cucharas. A los 17 añitos consiguió su primera medalla en una exposición organizada por el Centro Artístico sin ser seguidor de nadie, aunque sí alumno de la Escuela de Artes y Oficios.

A su ambiente familiar se une otra feliz casualidad, así al menos lo cuentan sus biógrafos. Apareció un buen día en la tienda El Cisne el afamado paisajista catalán Pedro Serra Farnés, amigo del dueño; allí conoció a Maldonado y aconsejó los colores básicos de su primera paleta. Nunca olvidará el pintor tan provechoso encuentro y junto a Serra se irá a pintar paisajes a la Fuente del Avellano.

Inspirándose tanto en su profesor Gabriel Morcillo como en los paisajistas Rafael Latorre y Gómez Mir, consiguió nombre y fama teniendo como feliz fuente inicial la naturaleza viva de la Alhambra. Sus primeros cuadros fueron la Puerta de la Justicia y el Generalife. Cuentan que se colaba al interior de la Alhambra saltando las cercas para pintar a deshoras.

La circunstancia de ser Maldonado pariente del caricaturista López Sancho, que regentaba una fábrica de alfombras en el Realejo, hizo que este colgara un cuadrito del joven pintor en su escaparate. Un cliente canadiense acabó llevándose el paisaje de Maldonado por dos mil pesetas. Más de lo que valían las alfombras. Esta otra hermosa casualidad fue una importante inyección moral para el joven granadino.

La exposición de 1942 en el Centro Artístico daría el espaldarazo definitivo al pintor. Ya podía figurar entre aquellos afamados López Mezquita, Rodríguez Acosta, Morcillo, etc. No descuidó ningún escenario y se atrevió con la pintura mural, grabado, decoración de interiores, viñetas publicitarias, ilustraciones, carteles y hasta carocas. Tampoco le son ajenas otras temáticas, además del paisaje, el bodegón y el retrato. Su obra es ya suficientemente reconocida, se cuenta por cientos.

Fue Maldonado restaurador de la Alhambra y otra maravillosa casualidad le llevó a ser el pintor restaurador del magnífico techo del Salón de Comares. Antes había restaurado la Sala de la Barca tras el incendio de 1890. Nos cuenta mi querido profesor Darío Cabanelas que estando saneando los albañiles la cubierta del salón, se desprendió casualmente una tablilla, un zafate, en cuyo reverso anotó el maestro de obras en el siglo XIV los colores que habría de llevar la bóveda. Cabanelas tradujo la tablilla y Maldonado restauró el simbólico techo estrellado que representa los siete cielos del Corán.

A los estudiantes usuarios de la línea de autobuses Pintor Maldonado-Campus Universitario, como a los aficionados al fútbol, les resultará ahora el nombre un poco más familiar y aunque el artista granadino murió en 1984, su recuerdo ahí está.

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