Granada

Granadinos falsificadores y mentirosos

  • Curioso personaje fue Juan de Flores, farsante granadino del siglo XVIII, nieto de un vendedor de peines del Zacatín, que de monaguillo llegó a canónigo y claustral de la UniversidadNuestra literatura está llena de tramposos, pícaros y astutos maliciosos que pasan por listillos

Está de moda la mentira, es la era de los neopícaros, farsantes y corruptos; los hay por todas las esquinas, no respetan ni las aulas, ni las abadías y son muy frecuentes en los despachos, consejerías, covachuelas y negociados. Granada sabe mucho de esto aunque no tiene la exclusiva ni es cosa de ahora. Falsificadores los ha habido siempre y nuestra literatura está llena de tramposos, pícaros y astutos maliciosos que pasan por listillos porque engañan al inocente, ignoran la vergüenza y desprecian la buena fe.

Fue el Papa Inocencio XI, a finales del siglo XVII, el que ya declaró falsos unos libros escritos en placas circulares de plomo, aparecidos como por arte de magia en unas excavaciones en el Sacromonte.

Falsos fueron también los numerosos hallazgos extraídos de unas excavaciones realizadas precisamente al lado de mi casa natal, en la calle Oficios, en el solar de la antigua mezquita granadina, bajo la llamada Torre Turpiana. Había que hacer los cimientos para construir la Catedral y aparecieron restos antiguos a los que se añadieron algunos otros camuflados como pertenecientes a épocas pasadas. Eran falsos.

El más famoso embustero de nuestra historia local, y no es el único, tenía una mezcla de sangre francesa y motrileña; su abuela materna, Luisa Rodríguez, era de Motril. Este ilustre pícaro llamado Juan Fleurs, nació en Granada y empezó por falsear su propio apellido castellanizándolo como Juan de Flores. Mutación que le hacía como más noble, aunque su padre era peluquero y su abuelo vendía peines y bobinas en el Zacatín; artículos por cierto muy propios entonces de los charlatanes callejeros.

No debía ser muy torpe el tal Flores pues de monaguillo de la Catedral pasó a ser cura reputado, prebendado de la Iglesia metropolitana y hasta claustral de la Universidad de Granada después de graduarse en Filosofía y Cánones.

Tan listillo se mostró que llegó a falsificar numerosos hallazgos que él decía encontrar en sus excavaciones llevadas a cabo en el Albaicín, junto al Arco de las Pesas y la calle del Tesoro. Unas veces solo, otras acompañado de su colega tan farsante como él, llamado Luis de Viana, urdía milagrosos descubrimientos que eran tenidos por asombrosos y cuyos ecos llegaban a la Corte, hasta que se demostró que eran falsos.

Se valía el mentiroso Flores de sus eruditos cómplices y de unos obreros que le construían vasijas, planchas de metal grabado, pergaminos, "santas" reliquias sacadas de huesos de animales y hasta lápidas de mármol escritas en latín. Precisamente estos obreros vengativos, que no recibieron la paga prometida, fueron los que tiraron de la manta; además de algunos errores de bulto en las inscripciones, como poner el nombre del mes de "julio" en vez de "quintilis" o mes quinto que era el que en la época romana se llamaba al que luego Julio César bautizó como Julio, (sextilis era el sexto, september, el séptimo, y october, el octavo).

Flores enterraba los "hallazgos" por la noche y aparecían "milagrosamente" por la mañana. Todo con el consentimiento de los canónigos Luis de Viana y Cristóbal Medina Conde y hasta del abad del Sacromonte. Una coplilla popular acabó inmortalizando las milagrosas hazañas: "lo que de noche sueña Viana lo encuentra Flores por la mañana".

Juan de Flores murió arrepentido de todas sus fechorías, confesando sus supercherías y después de haber sido sometido a un juicio ejemplar por la Chancillería de Granada en 1775.

Cunda el ejemplo conociendo nuestro pasado, no sea que hoy algunos estén falsificando "hallazgos", enterrando datos y alardeando de inteligencia cuando se trata de pícaros desvergonzados, corruptos profesionales, que, como aquél Juan de Flores, engañaron a Granada entera y hasta al propio rey Fernando VI.

Estemos muy atentos, porque la Historia enseña mucho.

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