pasado con presente incluido

José María Guadalupe, un actor en el escenario de la vida

  • Comenzó a amar el teatro viendo los auto sacramentales que José Tamayo organizaba en la Plaza de las Pasiegas en los años 50

  • Fue director de Radio Nacional de España en las emisoras de Murcia, Córdoba y Granada

  • Considera su paso por la política como una circunstancia en su vida

Se le nota a simple vista un ademán de persona confiada, el gesto del que está seguro de sí mismo y procura que los demás no lo consideren una jactancia. Se acerca a mí con una correctísima templanza y enseguida surge la complicidad de una amistad labrada a base de ratos de charlas y copas. El abrazo es el de dos viejos colegas que llevan meses sin verse. Cualquier aspereza que lleve en mi alma se deshilacha enseguida cuando llega el saludo, los exordios y las risas repentinas. Su sonrisa es ancha y su rostro es capaz de ensayar cualquier gesto que le pida algún director de escena. No por algo empezó en el teatro como arte escénico y acabó en el otro teatro, el de la política. Mira entrecerrando los ojos, acaso para que no salgan al exterior sus conocimientos sobre las carencias de la ciudad, los entresijos de la política o los ingredientes de una tortilla Sacromonte. Sus comentarios, siempre equilibrados y elegantes, certifican que estás hablando con una persona que ha vivido entre las bambalinas de esta ciudad gloriosa que él ama. Se llama José María Guadalupe y su vida se ha curtido en mil escenarios además del teatral: el periodismo, la radio, la literatura, la música, la política… Ha cumplido 75 años y tiene mucho que contar.

La cita es en el hotel Meliá de la calle Ganivet, donde una pareja de japoneses se sorprende al comprobar cómo funcionan las puertas giratorias de la entrada. Yo estoy sentado en el sofá que hay enfrente de la puerta. Nada más verme el entrevistado de esta semana, se mira al reloj para confirmar que ha sido puntual.

Se metió en política porque se lo propuso Sebastián Pérez, al que considera un amigo

-¿Cómo estás, José María?

-¿Cómo voy a estar? Gordo -dice tocándose su vientre de bodega.

Después de tomar acomodo en la cafetería todo es pura conversación. Le cuento mis intenciones de sacarlo de nuevo a la actualidad porque hay gente que se pregunta qué hace José María Guadalupe tras desaparecer del escenario de la política, además de escribir su artículo dominical en Ideal.

-Pues qué voy a hacer, pasear, leer y, sobre todo, dedicarle a la familia todo ese tiempo que por mis ocupaciones nunca le he podido dedicar. ¿Qué quieres que te cuente?

-Tu vida.

-¿Tienes tiempo?

-Te voy a dedicar toda la tarde...

La campana gorda de la catedral

Imagínense a un chaval en la Plaza de las Pasiegas embobado viendo los autos sacramentales que allí se representaban en los años cincuenta. Eran los autos sacramentales que traía José Tamayo y en los que actuaban grandes actores como José María Rodero, Carlos Lemos, Paco Rabal… Aquel chaval que había nacido en la Casa de los Canónigos, al lado de la campana gorda de la catedral, era José María Guadalupe y su primera ilusión en la vida fue querer llegar a ser actor como los que veía actuar en la Plaza de las Pasiegas. Para eso se apuntó al TEU que dirigía José María López Sánchez. Después se fue a Málaga a estudiar Arte Dramático y a hacer sus primeros pinitos en el teatro de Ángeles Rubio Argüelles, esposa de Edgar Neville. Allí trabajó con papeles cortos en obras donde actuaban actores como Raúl Sender o Fiorella Faltoyano. Y conoció a personas como el gran articulista César González Ruano, Alfredo Marquerie, Edgar Neville, Pepe Rubio, Tono… "Fue una etapa intelectualmente muy profunda para mí. Aprendí mucho y se me abrieron muchas inquietudes culturales". Después se va a vivir a Madrid, donde colabora en algunos programas de Televisión Española, cuando en el Ente estaba todo por hacer. Hizo pequeños papeles en vodeviles y 'sketches' para los guiones que escribían Martín Ferrand o Alfredo Alfrestoy. "Pero después de un tiempo comprendí que aquello era una realidad frustrante, una carrera sin fin que no me iba a llegar a ninguna parte". Entonces decide regresar a Granada y encaminar sus ilusiones por otros derroteros, ahora por la radio. Y se hace locutor. "En aquellos tiempos practicábamos lo que yo llamaba 'el recortaje', que era recortar de los periódicos las noticias y leerlas por la radio". Pero también le gusta dibujar y escribir y empieza a colaborar en Ideal con dibujos de humor. "Le mandé unas viñetas al entonces director, don Santiago Lozano, y me las publicó. Sentí una vergüenza enorme porque no estaba seguro de que lo que hacía estaba bien o mal". Fue Melchor Sáiz-Pardo, el sustituto de Santiago Lozano, el que un día le dijo que lo suyo no era hacer viñetas y le ofreció la última página del periódico para una sección que se llamó 'Gente'. "Yo entrevistaba a las personas, les hacía una caricatura, una foto y hasta una análisis grafológico", dice José María en ese tono humorístico que moldea las referencias a un pasado del que hay que reírse.

José María lo ve todo desde la atalaya de la lejanía que da la edad y la experiencia

Pero su manduca estaba en las ondas. A finales de los setenta entra en Radio Nacional de España y al poco tiempo pide una excedencia para trabajar como director de Comunicación de Puleva. Estuvo nueve años en la central lechera. Regresa a Radio Nacional de España y poco después es nombrado director de la emisora en Murcia. "Yo quería, por supuesto, trabajar en Granada pero aquí no había plaza. Pasé otros dos años en Córdoba y a comienzos de la década de los noventa ya me vine aquí a dirigir Radio Nacional de España. Hasta que me prejubilaron por imperativo legal a los 58 años, cuando más experiencia y ganas de trabajar tenía. Pero bueno, así son las cosas".

Socarrón e irónico

La tarde se va consumiendo lentamente. José María, serio cuando habla de cosas que cree importantes y socarrón e irónico cuando la ocasión lo requiere, va comentando avatares de su vida con delectación de orador que sabe que hay alguien que le escucha atentamente. Tiene los ojos azules, el verbo fácil y la elegancia por dentro y por fuera. Me cuenta que se metió en política porque se lo propuso Sebastián Pérez, presidente del PP, al que considera un amigo y alguien que merece ser apoyado. "Yo puse mis condiciones, como por ejemplo que quería tener libertad. Por eso nunca me afilié al PP. Me metieron de número 16 en las listas de las municipales en aquellas elecciones que se celebraron después de gobernar el tripartito. Yo nunca creí que saldría y resulta que el PP sacó 17. Así que fui concejal durante dos mandatos. ¿Quieres poner algo singular de esta etapa mía?"

-Claro.

-Pues que fui el primer concejal que casó a dos lesbianas, una paya y una gitana. Una de ellas se me acercó antes de la ceremonia a decirme que le extrañaba que uno del PP la casara. Yo me reí y conseguimos que fuera una ceremonia entrañable.

Después de ser el edil encargado de las Relaciones Institucionales, es nombrado durante cuatro años vicepresidente de la Diputación, cuando Sebastián Pérez necesita que haya personas como él que le ayuden a tomar decisiones.

-Para mí la política ha sido una circunstancia en mi vida, eso sí, una circunstancia muy gozosa porque cumplí con mi deseo de hacer cosas por mi ciudad. Además he tenido respeto por todas las ideas y me jacto de haber mantenido una excelente relación con todos los grupos políticos. No sé si lo habré hecho bien o mal en la política, pero he dejado muchos amigos. Como es lógico también algunos enemigos, pero esos son gratuitos.

Durante su etapa política, jamás abandonó sus inquietudes culturales. Volvió al mundo del teatro cuando escribió para ser representada en el Teatro Isabel la Católica la obra 'De ceniza presente', una comedia con ínfulas de tragedia en la que se cuenta una convivencia amorosa entre un hombre maduro y una mujer joven, donde la diferencia de edad puede ser un obstáculo o todo lo contrario. También escribe 'Muerte y vida del vizconde de Rochefort'. Y compone la obra musical 'Réquiem Perfectus' y el tango 'Mi querida Pebeta'.

Desidia y lamentos

Ahora José María lo ve todo desde la atalaya de la lejanía que da la edad y la experiencia. En nuestra charla de café hablamos del presente y de nuestra afición a escribir columnas en las que el humor sea un ingrediente principal. "La gente está cansada de oír siempre lo mismo, por eso tenemos la responsabilidad de no aburrir a los lectores". Y hablamos de Granada, la ciudad que ha acogido todos nuestros anhelos.

-Granada sigue atada a la desidia y al lamento. Boabdil ya lloró lo suficiente. Tenemos que hacer cosas, ser más prácticos y más resolutivos con esos asuntos que aquí se eternizan: el Museo de la Ciudad, el AVE, este Centro Lorca que no acaba de despegar, el Museo Arqueológico… Granada siempre ha destacado porque aquí se dan situaciones esperpénticas y lamentables. Yo creo que hace falta un criterio común y valorar lo que sea positivo para la ciudad sin entrar en ideologías políticas. Miramos a Málaga y nos dan envidia de cómo allí se hacen las cosas.

Cuando salimos del Meliá la tarde se ha teñido con el betún de la noche. Otro buen abrazo de amigos y la promesa de siempre:

-A ver si no tardamos tanto en vernos.

-Eso.

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