Granada

La Universidad y el lavadero

  • Hace bien nuestra Universidad en destacar a los profesores excelentes. El que quiera chismorrear del compañero o explicar tonterías que se vaya al pilón con un kilo de estropajo y una pastilla de jabónEn cualquier sociedad existen tres centros de reunión en los que se concentran los mayores saberes de todas las ciencias de la vida: los confesionarios, los lavaderos públicos y la Universidad

Acabamos de leer que la Universidad ha premiado a cinco docentes por ser "excelentes y de calidad" (Sánchez de Medina, Javier Suso, Pedraza, María Pinto y Martínez Camacho). Ésta es ya la tercera edición lo que demuestra que hay muchos más. Sea enhorabuena.

Una institución de prestigio, la Real Academia de la Lengua lleva en su lema, desde 1715 nada menos, la expresión "limpia, fija y da esplendor". Pero nada tiene que ver esto con los detergentes ni los lavaderos.

Dicen que hay tres centros de reunión en los que se concentran los mayores saberes de todas las ciencias de la vida: los confesionarios, la Universidad y los lavaderos públicos. Cierto.

Lo del confesionario viene de muy lejos; parece que la confesión en intimidad nació en Irlanda y data del siglo VI. Lo que allí se dice nadie lo escucha ni se comenta fuera. Por lo menos hay prudencia porque el arrepentido cuenta sus faltas al juez soto voce y éste lo perdona en nombre del Dios de los cristianos, con lo que sus pecados quedan "lavados" y su alma limpia. Pero no es un lavadero y el que acaba aprendiendo mucho es el cura que se entera de todo sin pagar derechos de matrícula.

Las Universidades desarrollan y expanden sus conocimientos a través de la investigación y la docencia; su aparición en el mundo occidental apenas tiene ocho siglos y surgen con el desarrollo de las ciudades, allá por el siglo XIII, y la de Granada es del siglo XVI y ya ha alcanzado el suficiente prestigio como para que muchísimos sean considerados excelentes profesores, mientras otros pocos la quieran convertir ahora en un lavadero.

Vistos los últimos acontecimientos protagonizados por algunos miembros de la comunidad universitaria granadina, algunos de los cuales han quedado publicados en la prensa local, nacional, mundial y hasta llevados a los juzgados, y oídos otros líos que se sabe que existen aunque no se airean, Universidad y lavadero público parecen tener ciertas semejanzas, lo cual habría que evitar porque no tiene ninguna gracia.

No hay mejor fuente de información de la pequeña sociedad local que acudir a los lavaderos. En torno al pilón y restregando en la piedra con pubilla y jabón se lavan las manchas, pero también se ensucia al pariente, se chismorrea del vecino y se desuella al ausente. Allí sabemos el nuevo empleo en Barcelona del niño de la Mercedes, que últimamente viene al pueblo con los ojos pintados y abrigos de visón; nos enteramos de cuántos meses está embarazada la niña de María la del Portón sin saber quién es él ni a qué dedica el tiempo libre.

El lavadero es una pequeña universidad en donde se aprende mucho aunque no todos los saberes están contrastados. Suele tomarse como cierto lo que dice la lavandera más gritona y si el criticado está ausente, no sabe chillar ni tiene dónde escribir, no se puede defender.

Al regreso de la Universidad deberíamos volver sabios en Matemáticas, expertos en Ciencias, sobresalientes en Literatura, maestros en Filosofía; es decir, en todas las áreas de conocimiento; volviendo del lavadero traes por lo menos limpia la ropa, pero no la lengua ni la honra, aunque vienes sabiendo demasiado. Algo hay de Universidad en el lavadero.

A pesar de todas estas afinidades, sería bueno no confundir nuestra Universidad con un lavadero público. Y debe quedar claro que los conocimientos se aprenden de los maestros excelentes, como estos cinco recién nombrados, y estudiando mucho hincando los codos; los chismosos y gritonas que se queden en el río o en el juzgado de guardia.

Por eso nuestra Universidad lo que tiene que hacer es controlar la calidad de sus productos y mantener el prestigio; pero premiando a los buenos y castigando a los malos; y el que quiera chismorrear del compañero o explicar tonterías que se vaya al pilón con un kilo de estropajo y una pastilla de jabón

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