Excelentísimo Presidente

"El juego es una enfermedad que no tiene cura, pero sí se puede detener"

  • Su pasión desmedida por las tragaperras y el bingo acabó con su patrimonio y su autoestima, pero salió a flote · Le preocupa que proliferen los jóvenes adictos por un mal uso de internet

EN 980, cuando los bingos acababan de legalizarse, pasó por delante de uno, tuvo curiosidad por ver qué pasaba ahí, entró, gastó mil pesetas en un cartón y perdió. Dice que le dio tanta rabia que al día siguiente volvió. Y así se convirtió en un jugador, en un hombre capaz de jugarse medio millón en la lotería de Navidad o veinte mil pesetas diarias en los ciegos. Un tipo al que sus mejores amigos lo esquivaban si lo veían por la calle porque sabían que saludarlo significaba recibir un sablazo.

Lo echaron de su empresa por meter la mano en la caja, montó un negocio que no tardó en estropear, perdió su casa y el resto de su patrimonio... Un arruinado Juan Luis Suárez fue el que en 1993 se acercó a una asociación para confesar que estaba en las últimas y que necesitaba ayuda. La que tiene ahora es una segunda vida, mejor que la anterior. Lleva 16 años sin jugar, disfruta de la compañía de su mujer y sus hijas, que vivieron por su culpa un infierno, y hasta su antiguo jefe le perdonó. Un final feliz en la vida real.

Juan Luis Suárez preside desde hace diez años la Asociación Granadina de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Agrajer), un colectivo que tiene su sede provincial en Cenes de la Vega -en el local que antes ocupaba una discoteca, por cierto- y que atiende a personas con todo tipo de adicciones excepto las tóxicas.

"Los jugadores patológicos eran mayoría al principio, pero ahora cada vez vienen más jóvenes que tienen problemas de adicción con internet con los videojuegos, compradores compulsivos, adictos a líneas telefónicas de pago...", enumera.

Dotado con una sorprendente habilidad para memorizar números, datos y estadísticas, Juan Luis, sin embargo, no deja de lado la circunstancia esencial de que para lo que sirve la asociación es para ayudar a quien lo pide "No tratamos la dependencia, tratamos a la persona", afirma, y aclara a continuación que con eso quiere decir que la adicción "no es una enfermedad que se cure con una pastilla. No es como una úlcera, que uno se medica y al cabo de un tiempo puede hacer una vida normal. La adicción no tiene cura, pero sí se puede detener, y eso es lo que intentamos. Cuando se ha conseguido, el adicto puede volver a hacer también vida normal, pero con la certeza de que no puede volver a tocar el juego", explica.

La diferencia con otro tipo de adicciones, como el alcohol o las drogas, es que la del juego, a su juicio, es aún peor. "Al menos en el sentido de que no hay límite en el consumo. Llega un momento en el que el heroinómano, físicamente, no puede consumir más, pero el límite, para un jugador, es la capacidad que tenga para conseguir dinero para seguir jugando".

Una de las cosas que más le preocupa es que el perfil del jugador esté cambiando, fundamentalmente por la influencia de las nuevas tecnologías. Internet puede no ser buena o mala en sí, es simplemente una herramienta, pero los estudios y las estadísticas que controla, realizados sobre todo entre menores, le demuestran que muchos emplean mal esa herramienta.

"El 87% de los niños de Secundaria está expuesto a padecer dependencia de internet, y el 7,8% de los de Primaria, de depender de algún juego de azar", revela, para agregar que no puede ser bueno que un niño o un adolescente pase tantas horas delante de un ordenador. "Muchísimos están enganchados al tuenti y le dedican más de dos horas al día. Y la prueba de que hacen un mal uso de internet está en que lo utilizan cuando sus padres ya se han acostado".

De ahí entronca con el papel que deberían jugar sus progenitores, que sin embargo no ejercen la necesaria función de control. "Muchos, por que trabajen todo el día en la calle y lleguen cansados o por la razón que sea, se despreocupan. No quieren saber nada y si el niño está con el videojuego o con internet, pues mejor, porque así le dejan descansar. Es una equivocación, como también lo es intentar darles a nuestros hijos todo lo que nosotros no tuvimos. También debemos inculcarles que las cosas cuestan esfuerzo y que el mejor placer es conseguirlas por tu trabajo".

Pisa un terreno que conoce a fondo. Por eso prosigue censurando las porras que se hacen en los institutos para acertar resultados de fútbol, la financiación de viajes de estudios con la venta de papeletas "cuando los padres les deberían enseñar a ahorrar y después, como recompensa a eso y a su esfuerzo en clase, pagarles el resto del viaje" o a la permisividad de las administraciones. "El juego está prohibido para los menores, pero yo he visto vender cupones de rasca y gana a niños. Sin embargo, si van a comprar tabaco o alcohol, no se lo venderán", protesta.

En realidad, sus peores dardos se los dedica al Gobierno, central o autonómico. "Tiene una empresa de apuestas, gestionada desde el Ministerio de Economía y Hacienda. Controla la Lotería, que es el impuesto revolucionario más agresivo de nuestra historia, un impuesto que se creó con el añadido de que, además, la gente disfruta pagándolo. La administración se ha tomado en serio la lucha contra el tabaco o el alcohol porque la factura sanitaria es superior a lo que ingresa, pero no pasa lo mismo con el juego. La Junta controla bingos, casinos y tragaperras y percibe por eso 300 millones al año. A las asociaciones nos da 1,2. Es ridículo. Está claro que es un negocio para ellos", bombardea.

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