Granada

Un lugar magnético

  • Carlos Ferrater, Eduardo Jiménez y Yolanda Brasa han proyectado un enorme edificio en el que el equilibrio entre arquitectura y paisaje y la versatilidad y flexibilidad de sus formas son predominantes

Magnético. Como una mano abierta colocada a ras del suelo, el Parque de las Ciencias es ya en su plenitud un edificio que suple todos los vacíos. Continente y contenido fluyen a lo largo de cinco alargados dedos extendidos en más de 40.000 metros cuadrados que responden a una simbiosis espectacularmente bien pensada. El equilibrio entre el edificio y el entorno -la arquitectura y el paisaje- ha sido una de las principales premisas que han seguido Carlos Ferrater, Eduardo Jiménez y Yolanda Brasa para poner en pie la cuarta fase del Parque de las Ciencias: un lugar igual de interesante por dentro que por fuera.

Visto desde arriba, el museo simula las franjas de los cultivos de la Vega. De perfil, las ondulaciones de Sierra Nevada. Por dentro, es como un enorme lucernario que invita a entrar y descubrir. La luz natural es el principal eje y elemento unificador del ordenado enjambre arquitectónico. La versatilidad de sus formas se corresponde con lo que el Parque ofrece: más ciencia, más tecnología y más conocimiento repartidos en un 'macroscopio' único. Tanto es así que se le reconoce un valor indiscutible en la creciente demanda de divulgación científica. Si antes era el museo más visitado de Andalucía, ahora se convertirá en referencia nacional.

Entre las numerosas virtudes de esta gran caja enigmática, como se le ha llamado, está la principal de servir de herramienta a los ciudadanos. Es un museo, pero un museo con nuevas y mejores posibilidades. No sólo se propone enseñar ciencia, sino que el visitante la viva, la experimente y juegue con ella. Un museo flexible que no sirva sólo para estos años, sino para adecuarse y adaptarse a los nuevos tiempos como ya ha venido haciendo hasta ahora, sometiendo al visitante, de una manera activa, a distintos puntos de vista.

Al entrar en el Parque, la sensación es la de visitar un lugar amplísimo, abierto, libre, y que incita a curiosear y visitar cada uno de sus rincones. Son como cubículos de una pirámide, con la diferencia de que aquí la accesibilidad es total y sin restricciones. La sincronía entre geometría y conocimiento facilita la excursión por el Parque. El continente responde al contenido ingente de propuestas que se ofertan, propio de un siglo XXI que demanda cada vez más información científica.

La inmensa escala urbana que cubre junto al Río Genil -que ahora llega a los 70.000 metros cuadrados- no tiene nada que envidiar a los grandes museos europeos. Los nuevos espacios recién inaugurados -el pabellón de Exposiciones Temporales, el pabellón Tecno-Foro, el dedicado a Ciencias de la Salud, el pabellón de Al-Ándalus, el de Cultura de la Prevención; el Biodom; el Reloj de los Autómatas y el Bosque de los Sentidos- se integran a la perfección en el edificio creado por Ferrater, Jiménez y Brasa.

Un ejemplo sencillo es la cafetería Darwin: todas sus sillas tienen un diseño diferente y personalizado. Un buen comienzo para explicar a un niño, de una manera práctica, esa multiplicidad de especies que habitan el planeta.

Todos los detalles, cada centímetro, son fundamentales en el nuevo Parque de las Ciencias. Una mano abierta, como lo describe Ferrater, que ofrece todo lo que está a su alcance.

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