Granada

La simbólica calle San Juan de los Reyes

  • Edificios nobles, parroquias, conventos de monjas y casas de lenocinio convivieron en esta calle larga y tortuosa que une simbólicamente el nombre del santo Juan al de los reyes. Hoy está de actualidadUna de las calles más emblemáticas del barrio morisco del Albaicín sigue siendo mora y cristiana; sigue larga y tortuosa, provocando atascos no menos largos y discusiones no menos tortuosas entre vecinos

"Calles de látigo y garra / por las espaldas del monte;/no hay más luna ni horizonte / que el aire que las desgarra". Así dijo el poeta Rafael Guillén en su Cancionero guía para andar por el aire de Granada hace ya 50 años y hoy nos fijamos en una de estas calles de látigo y garra.

Se ha puesto de moda la calle San Juan de los Reyes a raíz de los problemas de tráfico, el cambio de dirección y la estrechez de su trazado típico del urbanismo medieval. No gusta a todos. Una vez más y como en la Parrala, unos que dicen que sí, otros que dicen que no; ¿quién me compra este misterio?

Es una de las calles más largas de la Granada antigua y lleva en su nombre el sello inconfundible de esa unión Iglesia-Estado que impactó a la ciudad mora recién conquistada por los Reyes llamados Católicos. Sabida es la devoción de la reina Isabel al evangelista Juan cuya simbólica expresión en el tetramorfos es el águila; el mismo que figura en el escudo de la monarquía dual: el águila de San Juan. Dos de sus hijos se llamaron Juan (Juan y Juana); ejemplo representativo del Estilo Isabelino es el monasterio de San Juan de los Reyes en Toledo, los padres de los reyes se llamaban Juan y nuestra Capilla Real está dedicada a la advocación de los santos Juanes: Bautista y Evangelista.

Lógico parecía rebautizar a esta larga e importante calle mora, antigua calzada romana, con nombre de honda simbología cristiana: San Juan de los Reyes, aunque empezó llamándose San Juan de la Victoria. Se prolongaba por la calle de la Cárcel y acababa en la Plaza de la Trinidad, corriendo paralela a la Carrera del Darro. Su única competidora era la calle Elvira.

No cabe más historia en tan pintoresca calle. Ya en su día fue descrita por el cronista del siglo XVII Henríquez de Jorquera que la destacaba "por su longura, aunque no muy ancha". Tiene sus comienzos, dice, en la ermita de San Gregorio y la Chancillería y remata en el grandioso convento de la Victoria.

Goza de los frescos del Darro a cuyo río van a parar todas su calles. Parroquias y monasterios de monjas salpican su trazado superponiéndose a mezquitas y oratorios: San Juan de los Reyes, la primera parroquia fundada por los Reyes Católicos, Santa Inés, la Concepción, la Victoria… Convento este que fue utilizado como cuartel por las tropas francesas y luego desapareció, como tantos otros, a raíz de la desamortización de 1835.

Edificios oficiales y preciosos apartamentos ennoblecen hoy la tortuosa calle: desde la Real Chancillería y la residencia de San Juan de Dios anexa a la Casa de los Pisa, adornada con un relieve del santo de los pobres, del escultor granadino López Azaustre, la sede de la Hermandad del Vía Crucis, hasta el Hogar Bermúdez de Castro y el Ave María ya en la Cuesta del Chapiz.

Pero yo conocí, aunque solo de vista palabra de honor, otro tipo de instalaciones y servicios no tan piadosos; numerosas casas de lenocinio con señoritas, señoras y señoronas a bajo precio, según decían los mayores, que exhibían el producto en plena calle, sentadas al sol y mostrando con descaro su fecha de caducidad. En eso por lo menos eran honradas; todo aquello ya pasó y hoy vivir allí es un lujo.

La calle San Juan de los Reyes sigue siendo mora y cristiana; sigue larga y tortuosa, provocando atascos no menos largos y discusiones no menos tortuosas.

Quedan lejos estos versos que José Carlos Rosales dejó escritos hace más de veinte años en El precio de los días: "Cuando escuchas la calle se nota / que un verano tranquilo reside / en la luz de esta tarde de junio…"

No sé si los vecinos y residentes de la preciosa calle San Juan de los Reyes pasarán un verano tranquilo, pero al menos saben que viven en una histórica calle de sol y solera y que tienen derecho a vivir en paz… como unos reyes.

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