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La temporada agrícola: un acercamiento al trabajo de la provincia

  • De cerca. Suelen publicarse estadísticas pero rara vez, muestran la realidad del campo granadino

  • Granada Acoge, a través de un proyecto con Diputación, trabaja directamente en esa realidad

Uno de los motores económicos de la provincia de Granada es la agricultura, junto con el sector servicios, y ha sido un salvavidas en la crisis que arrastramos desde 2008 y de la que aún no conseguimos salir. Suelen publicarse estadísticas sobre ventas, exportaciones, creación de empleo y, rara vez, muestran la realidad del campo granadino. Granada Acoge, a través de un proyecto firmado con Diputación, tiene la oportunidad de trabajar directamente en esa realidad, con los agentes de este sector: agricultores, trabajadores inmigrantes y servicios sociales, ofreciendo asistencia jurídica a todos ellos, e impartiendo talleres a los profesionales de los servicios sociales.

Parte de la población inmigrante suele desplazarse por temporadas agrícolas allí donde hay trabajo. Detrás de estos movimientos migratorios, encontramos, en primer término, el lugar.

Con el aumento de la población, consigue también un incremento económico local (alquileres, compras del día a día, ocio, etc.). Hay lugares donde la población llega a aumentar una tercera parte. Además, hay personas que con el paso de los años van estableciendo su residencia allí, pasan a ser vecinas, enriqueciendo la cultura y costumbres del lugar.

En segundo término, encontramos a las personas. Desde diferentes perspectivas, viven los pros y los contras de dedicarse al campo. Las agricultoras, cada año, con la imposibilidad de conseguir mano de obra estable, deben recurrir a quienes acuden a su llamada. Si están en situación irregular o están tramitando su residencia, la Inspección de Trabajo puede multarlos y tienen que elegir entre recoger la cosecha a tiempo o cumplir las reglas del juego. Además, hay otras trabas burocráticas propias del sector agrícola o de la localización de los campos, que, muchas veces, no se adaptan a las circunstancias.

Las temporeras supuestamente viven en algún lugar fijo, pero realmente permanecen allí poco tiempo. Con autorización de residencia o sin ella, con la esperanza de que alguien las contrate o, en el mejor de los casos, con el jornal asegurado porque ya cuentan con ellas los del año pasado. Poco más les preocupa, ganar dinero y poder enviárselo a su familia a su país de origen. El techo bajo el que duermen es secundario. Desde el punto de vista jurídico, se intentan buscar resquicios legales para que todas las partes puedan desarrollar su actividad con la mayor normalidad posible. Pero lo cierto es que la realidad siempre va por delante de la normativa y son muchas las ocasiones en las que el legislador no baja a la tierra para ver lo que existe donde tiene que aplicar la ley. Sería mejor, por ejemplo, que, con la solicitud de residencia por arraigo, para personas que llevan más de tres años en España pudieran empezar a trabajar mientras deciden si se la dan. Cuando una persona confía en otra para que trabaje con ella, la necesita urgentemente y no puede esperar en el mejor de los casos dos o tres meses para recoger lo sembrado. El agricultor no sufriría pérdidas en su negocio, colaboraría con la economía del país; el trabajador estaría de alta en seguridad social y ejercería sus labores en condiciones dignas. Por supuesto, en caso de ser denegada, siempre se podrían retroceder sus efectos al punto inicial.

Si se actúa de buena fe, deberían facilitarse las cosas para poder avanzar y así beneficiarse todas las partes. Se mejoró cuando, para esas solicitudes, se empezó a permitir presentar dos contratos de 6 meses a jornada completa, en vez de un único contrato de un año. En el campo, se funciona por temporadas, es poco probable que alguien trabaje todo el año en un mismo sitio. Las leyes deberían representar lo que quiere su sociedad, siempre respetando los principios democráticos y los derechos humanos. El legislador, una vez más, no observa sobre el terreno. No entiende que las migraciones han existido desde el principio de los tiempos, y lo seguirán haciendo, porque existen países ricos y pobres, y personas que buscan una vida plena y segura. Va siendo hora de que se den cuenta de esa realidad, que precisamente no es reciente, y se pongan a trabajar en ello, para dar una respuesta más acorde con el día a día que vivimos...

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