Opinión

La tronera: Bajo coste de altos vuelos

  • Que la más liberal del Partido Popular, Esperanza Aguirre, lograse asentar en Barajas una línea de bajo coste debe invitar a la reflexión.

La concejala de Turismo de Valladolid –ciudad gobernada por el PP– tuvo que pedir disculpas a Ryanair por las declaraciones del alcalde, el popular y controvertido Javier León de la Riva, quien llamó a los usuarios de las líneas de bajo coste “viajeros de lata de cerveza y sardinas”. La edil, según recogió El Norte de Castilla, calificó las palabras de su regidor como “comentario desafortunado”, tanto, que ella misma se disculpó ante la compañía y le trasladó que el Ayuntamiento está “encantado” con Ryanair, a la que atribuyó el importante incremento de turistas extranjeros “de calidad”.

Más allá de la evidente falta de respeto, no es preciso ser experto en filosofía política para comprender la rectificación de la edil de Turismo de Valladolid. El mercado de las compañías aéreas de bajo coste es tan sensible, y sus  posibilidades de establecerse en cualquier aeropuerto de Europa son tan amplias, que pueden cambiar sus destinos a la menor incidencia, dejando a la ciudad que los ha recibido sin el flujo de turistas que garantiza y que, difícilmente, puede ser sustituido. Por eso, las negociaciones para lograr que se fijen en una ciudad son extremadamente duras, frías y agotadoras. Pero, al fin, merecen la pena, como lo demuestra el informe de Eseca sobre los vuelos de bajo coste en Granada.

Por eso, las líneas aéreas de precio reducido han entrado en las agendas políticas de pequeñas y grandes ciudades: generan riqueza y empleo. Que Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid y reconocida –y por ello ensalzada por algunos sectores– como la más liberal de las liberales del PP, se haya batido para lograr que una de estas compañías establezca su base de operaciones en Madrid, debería hacer reflexionar, profundamente. Y, dado que la UE prohíbe las subvenciones, el medio de compensar a las compañías es con publicidad y campañas de promoción, como así acordó la Comunidad de Madrid, y así ideó la Diputación de Granada. Pocas inversiones, salvo las infraestructuras, hay que generen 81,2 euros  para la provincia por cada euro invertido. Es la ratio que estableció Eseca sobre lo que revierte en la capital y provincia la partida  publicitaria en líneas de bajo coste. Dos años después, con más vuelos, el reporte  debe ser aún superior.

¿Cuánto genera de riqueza social, por ejemplo, cada uno de los euros destinados a fondo perdido por el Ayuntamiento de la capital, a un equipo de fútbol, mientras impide a otro de superior categoría jugar en Los Cármenes?

La salida municipal del convenio de los vuelos sólo se explica por celos del éxito de una iniciativa premiada, cuyas medallas se lleva la Diputación. Hay letras pequeñas en declaraciones de populares que así parecen apuntarlo,  puesto que no hay razones de peso que justifiquen la renuncia.

Pero, tranquilos, no faltan iniciativas turísticas: el Ayuntamiento, junto a la Junta, levantará un monumento de homenaje al turista, a los viajeros románticos. Quizá, algunos de aquellos, hoy, vendrían en un vuelo barato.

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