Granada

"He venido cargado de peticiones para el beato"

  • Autoridades eclesiásticas, instituciones y peregrinos soportaron estoicamente el calor · Nunca se había visto tanto uniforme diferente compartiendo espacio

Nunca en Granada ningún acto había logrado congregar a tanta gente ni se había organizado un dispositivo de emergencias de semejante calibre. El día de ayer pasará a la historia por el de la fecha en la que Fray Leopoldo de Alpandeire pasó a convertirse en beato, por el que la religión católica demostró el poder de convocatoria que todavía sigue teniendo en la sociedad española y porque ninguna otra circunstancia había dado pie a tantos uniformes juntos, sobre todo si se incluye la variedad de sotanas. Jamás.

Lo más llamativo era la diversidad de vestimentas y tocados eclesiásticos de cardenales, arzobispos, obispos, sacerdotes, frailes, ministros extraordinarios de la sagrada comunión con la polémica alba que ha dejado a las ministras extraordinarias fuera de juego en esta ceremonia por decisión arzobispal. Cada uno con sus estolas, solideos o casullas verdes, rojas o moradas.

Y cruzándose por los mismos caminos se podían ver varios modelos azules y de camuflaje de los distintos cuerpos del Ejército del Aire, los negros y verdes de las unidades especiales de la Guardia Civil, los naranja chillones de Protección Civil, los de Cruz Roja, Bomberos, los del 112, los del 061....

Entre eso, y el alegre colorido de las camisetas de los voluntarios y de los de las ropas veraniegas de los devotos que finalmente se dieron cita para ver descubrirse el cuadro del flamante beato Fray Leopoldo, la panorámica de la base aérea era la de un extenso mosaico policromo. Extenso, porque al final, la beatificación de Fray Leopoldo logró reunir a 120.000 almas. No se cumplieron las previsiones de 300.000 fieles, ni las cifras exageradas de medio millón de piadosos llegados de todo el mundo. Incluso a lo largo de la mañana hubo un baile de cifras y se habló inicialmente de 50.000 o 60.000 asistentes, una cantidad que difícilmente se asimilaba a simple vista. Finalmente la organización, la Guardia Civil y el ojo de buen cubero fijaron esa cifra de 120.000, todo un récord de asistencia. Ya lo decían los frailes capuchinos unos días antes. "Somos optimistas pero no tontos, 300.000 es la cifra tope pero, para nosotros, con que venga una sola alma es suficiente", comentaba el padre José Antonio Márquez, el director de la obra social Fray Leopoldo.

Aunque los hubo muy madrugadores, que llegaron allí a las cinco o seis de la mañana, hasta las diez de la mañana no llegó el recinto hasta su máximo apogeo.

A las nueve de la mañana, sin embargo, ya había cola en las zonas habilitadas para las confesiones donde grupillos de sacerdotes escuchaban atentamente a los feligreses para imponerles las manos sobre la cabeza.

Las autoridades se hicieron esperar y llegaron casi justos para escuchar a Rosa López cantando el Ave María. En la primera fila los alcaldes de los pueblos cercanos a Armilla. Diputados y senadores, generales del Madoc, el Ejército del Aire y la Guardia Civil y acompañantes. El alcalde de Granada con el modelo de sombrero que está luciendo este verano. Ileana Martínez, la mujer cuya curación ha hecho posible que Fray Leopoldo sea hoy beato. Mateo Torres, el comisario de la beatificación, que había logrado superar ya el susto de las gotas de lluvia de la madrugada del domingo, o el presidente de la Diputación de Granada. Y en las filas de detrás, en el segundo orden de VIP, muchos concejales de todo signo político luciendo todavía los bronceados estivales.

Ese fue el primer milagro del nuevo beato: conseguir que muchos políticos y bastantes periodistas volvieran a escuchar una misa dominical.

Y eso que la eucaristía no fue corta. Desde las once menos cuarto de la mañana hasta las doce y media. Casi dos horas en la que la intensidad de los abanicos que se daban con el kit del peregrino iba subiendo progresivamente. Porque pocas alforjas se vieron realmente el domingo por la mañana en Armilla pero gorras y abanicos casi una por devoto o autoridad invitada.

El entrenamiento militar fue de gran ayuda a los altos mandos a soportar estoicamente el calorín con el uniforme de gala. Algunos políticos empezaron pronto a tirar de abanico, hombres y mujeres, antes de comenzar a dar viajes a por botellas de agua.

A las doce del mediodía, contemplado desde las torres instaladas para las cámaras de televisión, el inmenso patio de butacas parecía un enorme enjambre de continuos aleteos a punto de echar a volar. Pero ni los abanicos, ni el agua, ni los gorros y sombreros unidos a la fe y a la buena voluntad evitaron que se produjeran 86 incidencias, casi todas debidas al calor.

El momento de la comunión cambió la estampa de movimiento contenido en el jaleo de una estación central de metro en hora punta. Los ministros extraordinarios y los sacerdotes cogieron sus copones y el graderío comenzó a fluir en un continuo ir y venir de devotos que no querían quedarse sin su comunión dominical, como habían anunciado los organizadores que pasaría a los 20 minutos de empezar a repartir la sagrada forma. Y quizás porque muchos habían ido ya a misa el sábado por la tarde, donde no había casi movimiento era en la filas de las autoridades e invitados VIP, ni de primera fila ni de segunda.

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