Granada CF

Dura más un pastel en la puerta de un colegio

  • El Granada no aguanta ni el primer golpe del Sevilla que, marca en los instantes inciales de cada periodo y que perdona la goleada

Hongla intenta interceptar el chut del sevillista Mariano, uno de los muchos que intententó el cuadro local.

Hongla intenta interceptar el chut del sevillista Mariano, uno de los muchos que intententó el cuadro local. / carlos muñoz

La puesta en escena del Granada marcó el encuentro de anoche. En sólo cuatro minutos Ochoa vio como un balón se estrellaba en el larguero y recogió otro del interior de su portería. Y tras el descanso, más de lo mismo. Fue retornar al campo y recibir el segundo. El Granada maquilló un poco sus números en un tramo final en el que, vivir para ver, tuvo ocasiones. El Sevilla pudo ponerse las botas, pero entre Ochoa, los fueras de juego y el desacierto en el remate el marcador final lució digno para un Granada que fue indigno en su juego.

Los números en la primera parte fueron abrumadores, los que corresponden a los, quizá, peores 45 minutos de los rojiblancos en mucho tiempo. Y eso que hay donde elegir. El dominio aplastante del Sevilla no se tradujo en el electrónico. Muchos disparos y un solo gol. Que el Granada llegara al descanso cayendo por la mínima es digno de entrar en el 'ginness' de los milagros. El balón merodeó el área granadinista constantemente y vivió instalado en el campo visitante. Cuando los de Adams cruzaron la línea de medio campo fue casi una anécdota, como lo fueron los dos disparos de los rojiblancos, en el 39' y el 46'. El Granada no dio para más en un primer tiempo que costará olvidar porque difícilmente se puede ¿jugar? peor.

La inercia continuó en el segundo acto. Sacar y encajar. A continuación, una serenata de lanzamientos sobre la portería de Ochoa , que literalmente fue objeto de una descarga de fusilería. Milagrosamente el balón no volvió a entrar y el Granada se fue de rositas a pesar de perder. Los rojiblancos estuvieron inéditos casi toda la segunda parte en sus intentos de perforar la portería de un Sergio Rico que se aburrió de lo lindo. Fue en el último cuarto de hora cuando el Granada, que apenas cometió faltas por su escasa intensidad, pudo haber marcado. Hubo ocasiones en disparos lejanos que se fueron rozando la madera y en el alguno cercano, sin puntería. Sólo uno fue entre los tres palos, lo que agradeció el portero sevillista.

Al final, nueva derrota de un equipo que fue un dulce para los locales, que se lo zamparon en menos que canta un gallo. Un pastel dura más en la puerta de cualquier colegio.

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