Granada cf-tenerife

Golazos, repaso y sustazo (2-1)

  • Dos genialidades de Machís y Sergio Peña le dan en triunfo a un Granada que debió golear, pero que termina pidiendo la hora y con uno menos

Los jugadores del Granada celebran un tanto.

Los jugadores del Granada celebran un tanto. / Álex Cámara

El Granada estuvo a punto de tirar por la borda lo que estaba siendo un partidazo. Diez minutos, los diez últimos pudieron costarle carísimo. Probablemente el equipo no tuviera la culpa, ya que el encuentro se fue de madre por culpa de un joven peruano que tensó la cuerda con un árbitro de Segunda División, y que por estar en ella, es capaz de hacer un buen partido y también mandarlo todo al carajo por una roja que bien se pudo evitar. Los nervios por la expulsión de Peña conllevaron el gol del Tenerife y el camino a una zozobra que se veía venir, pero que al final se quedó en las puertas del estadio. Un balón desviado por Saunier hacia su propia meta que acabó en el palo era el que prometía equilibrar la balanza con respecto al partido de la primera vuelta, en el que los rojiblancos empataron con un autogol de Aitor Sanz en el descuento. Por suerte para el Granada no se repitió la historia, y los tres puntos se quedaron en casa con justicia.

Los diez minutos finales hicieron que grada y equipos acabasen encendidos y se fueran a casa con sensación de cabreo. Otra vez, otro partido en el que siendo muy superior al rival, el equipo se complica la vida, ya sea por demérito propio o mérito del rival. Hasta que a Peña le echaron una de esas rojas que los árbitros parecen sacar por venganza, el equipo rojiblanco se había marcado un partidazo, mejor en la primera que en la segunda mitad. En una iba de sobrado el equipo, a un ritmo de juego tremendo, facilitado por los dos golazos de Machís y Peña, el primero en una diagonal de las del venezolano con tiro espectacular, y el del peruano en una genialidad, un chut con una comba endiablada que se zampó Dani Hernández. De haber podido golear en los 45 iniciales, en los siguientes se dejó atrás la brillantez para ponerse el mono de trabajo. Ochenta minutos de control, con el Tenerife más venido al ataque pero que apenas gozó de una oportunidad clara, una de Juan Villar desbaratada por Javi Varas en su única intervención de mérito en la noche. Con todo eso, el 'Tete' acarició el empate y el granadinismo se fue contento, pero a medias.

La primera parte fue excepcional. No estaba todavía definiéndose el partido cuando los rojiblancos asestaron dos golpes a la yugular. La calidad de esta plantilla salió a relucir con dos de sus mejores hombres, Machís y Sergio Peña, que en dos acciones que darían la vuelta al mundo de no ser esta la Liga 1|2|3, pusieron el 2-0 y hundieron a un Tenerife que se quedó a merced de los de Oltra. Adrián Ramos dio un recital de juego ofensivo, de cómo debe moverse un delantero para ser útil a su equipo y a sus compañeros aunque no marcara gol. Ayudas constantes, aguante de balón, derroche físico... Va sobrado para esta categoría. Pudo marcar pero le faltaron algunos centímetros par impactar un balón peinado por un rival.

Que Ramos estuviera en estado de gracia se debe también a que cada vez se encuentran más cómodos su compañeros teniéndole como referente. Se entiende con Machís, que tras dos partidos desaparecido en escena reapareció con sus galopadas, más frecuentes en la primera que en la segunda entrega del partido. También encuentra un socio ideal en Sergio Peña, el verdadero enganche de este equipo que hizo diabluras entre líneas. Sacó un diez pero una indisciplina al final le bajó la nota. Aún así, está para ir al Mundial, igual que Ramos. Más urgencia para lograr el ascenso directo. Tampoco se entendió la enorme primera mitad del equipo sin el criterio de Montoro y la firmeza de Kunde. Todo salió rodado también en una defensa que recupera galones con Chico. Ya era hora.

El Granada se pudo ir al descanso con cuatro o cinco goles, por lo menos. El equipo lo lamentó en el apretón del Tenerife, al que le acució el marcador y dio un paso adelante. El Granada, entonces, jugó con el marcador y no tuvo prisa ni especial atención en atacar y descuidarse. La consigna era dejar de una vez por todas la portería a cero. Y a fe que Oltra y su equipo estuvieron cerca de lograrlo. Pese al dominio territorial y de balón de los isleños, sus acciones apenas terminaban con tiros inocentes, lejanos, o sencillos para el portero. Les ayudaron los cambios. Villar le dio otro aire al ataque en vez del apático Malbasic y Suso Santana dio sentido al enorme trabajo de Luis Milla júnior en el centro del campo.

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