laliga santander

Optimismo imposible (1-1)

  • Empate que más bien es una derrota moral del Granada, incapaz de ganarle a un Osasuna que es mejor.

Cuando no le ganas al último. Cuando este te da un baño en la primera parte. Cuando para marcarle un gol necesitas el remate de tres jugadores a bocajarro. Cuando contra el colista acabas con dos jugadores menos por expulsiones propias de ir más allá del límite. Cuando el nivel no te llega para jugar en Primera División, la suerte está echada. Queda todavía más de media Liga, pero el Granada está sentenciado salvo giro total y completo de los acontecimientos. Un giro en forma de fichajes, de cambiar prácticamente media plantilla a ver si los nuevos maridan mejor con los pocos que se pueden salvar de la deshonra de ayer. El Granada no pudo con Osasuna, el último, que encima le bailó durante muchos minutos cuando el partido estaba en fase de igualdad de fuerzas, y que ni siquiera el arranque de orgullo al final pudo enmascarar. O vienen los fichajes, o no habrá nada más que hacer.

Dijo Lucas Alcaraz en la previa que los jugadores debían salir con los ojos inyectados en sangre, sabiendo que otra cosa que no fuera ganar no valía. Pero del dicho al hecho, ya se sabe. La primera parte del Granada le costó el triunfo. Un equipo que necesita credibilidad, tanto de puertas adentro como hacia afuera, no puede jugar tan mal. Se juntaron muchos factores. Los jugadores. Tu rival directo no te puede superar en intensidad y fútbol en tu propia casa. ¿Por qué pasó esto? De un lado, la elección de Lucas, quien una vez se comprobó en la segunda parte que Gastón Silva estaba para jugar, decidió poner como central zurdo a Rúben Vezo. El luso, con Tabanou en el costado, fueron el hazmellorar del equipo. Su perfil fue un colador por el que llegó el tanto de Osasuna, en un jurel de Berenguer al francés y remate en cómoda posición de Riera ante la timidez de Vezo.

Esto pasaba a los doce minutos, con tiempo suficiente para reaccionar. Pero no. Osasuna sabía qué hacer con la pelota y entre el lado de Vezo-Tabanou, y el contrario, donde un Foulquier fuera de forma nunca tuvo apoyo de un lamentable Atzili; conseguía acumular 'huys'. Uno de ellos fue de Sergio León, cuyo disparo con la zurda y repelió Ochoa (18').

Los rojiblancos, pagando con pérdidas la colocación osasunista, no tiraron a meta hasta el 26' y fue sin peligro. Sólo tuvo algo de picante un lanzamiento de Tabanou desde fuera del área muy duro que obligó a Mario a meter los puños (33'). Poquísimo. Samper no sabía a quién dársela, Pereira tenía a tres rivales siempre encima, y Uche estaba en modo engendro.

El repaso fue de tal calibre que Osasuna pudo irse con un 0-2 al intervalo. Un saque de falta por la derecha lo remató inapelable Oriol Riera de cabeza al fondo de la red, pero por muy poco, el asistente de Trujillo acertó al señalar fuera de juego. Eso no evitó que la pitada al descanso y los cánticos de "directiva dimisión" fueran un clamor.

El Granada mejoró luego, aunque no lo suficiente, y más por amor propio que por juego. El equipo se fue al ataque de forma deslavazada, sin criterio, a lo que saliera. Los rojiblancos fueron al límite y también tuvieron sus dosis de mala suerte en la definición. Un mal despeje de David García dejó a Boga solo ante Mario, al que quiso picar el balón pero no tanto como para superar su estatura (48'). Diez minutos más tarde fue Kravéts quien remató flojo un gran centro raso de Foulquier. El empuje granadinista acabó tras el gol, a los 68', en una acción de Ponce que disparó al poste, Bueno trató de meter pero disparando al muñeco, y Kravéts, en posición dudosa, empujó a la red llorando. Tres rebotes para marcar.

Había tiempo suficiente para remontar pero el Granada no tuvo más ocasiones por culpa de su inmadurez. Uno de los que no se sabe controlar el Uche Agbo, que cinco minutos más tarde del empate se autoexpulsó por agredir a Sergio León. Exceso de revoluciones que no es nuevo en él y que le costó la remontada a su equipo. Y casi que la derrota, porque en el 78' Ochoa salvó al Granada en un mano a mano de Rivière que Foulquier, que aunque no brilló se dejó la piel, terminó de despejar cuando la pelota se colaba. Sergio León también tuvo la última, pero perdonó en el descuento. El Granada sólo sumó otra roja, también pueril, de Ezequiel Ponce.

Un empate que es una derrota, por el rival y por el coste. Porque demuestra que para puntuar el Granada tiene que dar demasiado. Sin 'taco', poco remedio queda.

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