Jornada de descanso la de ayer para la plantilla del Granada. Quizá, jornada de reflexión aunque ya haya poco en lo que pensar con respecto a la presente temporada. Si el Osasuna ha sido el primer equipo que ha consumado de forma matemática su descenso a Segunda División, nadie duda que el conjunto rojiblanco será el siguiente. Ya sólo queda esperar a que las matemáticas ejecuten la sentencia a la que se ha hecho acreedor un equipo, un club, que en el aspecto deportivo no ha dado una a derechas esta temporada que, sin acabar aún, ya todo el granadinismo quiere olvidar. Por tanto, jugadores, técnicos, directivos y aficionados están en capilla.

La derrota ante el Málaga y el triunfo del Leganés han dejado en el mismo borde del precipicio el punto final a un ciclo de seis temporadas del Granada en la considerada como la mejor liga del mundo. Son diez puntos de desventaja con los madrileños, que además tienen ganado el average, y quedan doce por disputarse. Para evitar que sea mañana mismo, el equipo que dirige ahora Tony Adams ha de protagonizar lo que no ha hecho en toda esta campaña: sumar un triunfo en calidad de visitante. Precisamente, la victoria es algo que desconoce el técnico inglés al mando de la plantilla rojiblanca, que desde su llegada el Granada ha sido incapaz de siquiera sumar un punto y de reconocer su parte de culpa en los últimos resultados. Además, en Anoeta espera una Real Sociedad que lucha por estar en Europa la próxima temporada y que de la mano de Eusebio Sacristán está protagonizando una gran competición liguera. Claro que la victoria en Anoeta no asegura aplazar el descenso, porque si el domingo el Leganés derrota al Eibar en Ipuruá todo se habrá acabado.

Para hoy, en la vuelta al trabajo para preparar un encuentro, ante los donostiarras, en el que la cuchilla puede separar al Granada de Primera División.