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Las rotaciones espesan

  • El fondo de armario ofensivo del Granada no responde en Tarragona, a lo que se suma un mal partido en defensa

  • Uche, ex rojiblanco, castiga con goles dos errores de Menosse

El canario del Nàstic Maikel Mesa y el granadinista Víctor Díaz pugnan por un balón aéreo.

El canario del Nàstic Maikel Mesa y el granadinista Víctor Díaz pugnan por un balón aéreo. / REPORTAJE GRÁFICO: PEDRO SALADO / AGENCIA LOF

El Granada tiene un problema de segunda unidad. Al menos en ataque. José Luis Oltra, ante la acumulación de partidos esta semana y la sanción a Pedro Sánchez, se vio obligado a rotar y, salvo Alberto Martín, el ataque fue incapaz de inquietar a un rival que vivió de dos errores defensivos. Si las rotaciones no dieron la talla, el enorme paso atrás en defensa también costó la derrota en el Nou Estadi. Hasta Saunier se vulgarizó ante la inoperancia de un Menosse que, como no espabile, saldrá del once inicial cuando Germán se recupere o Chico Flores coja la forma. Por si fuera poco, en el partido se cumplió 'la venganza del ex', en este caso uno con retroactividad de cinco años. Ikechukwu Uche, el nigeriano incomprendido por la afición en el año del regreso a Primera, martirizó a su ex equipo con dos goles en menos de cinco minutos, los dos de una factura similar, y sacando provecho de dos errores, uno de apreciación y otro por accidente de Menosse y Víctor Díaz, respectivamente. Esos dos fogonazos le bastaron al Nàstic para llevarse el partido. No hicieron nada más en ataque. El resto del encuentro transcurrió sin gracia y con el Granada debatiendo qué hacer con todo el balón que le entregó el equipo local. Una prueba del algodón no superada y que, seguramente, sirva para empezar a vislumbrar las carencias de una plantilla con la exigencia de subir a Primera por la vía rápida, y más con Colombia y Perú clasificadas, o a punto de clasificarse, para el Mundial. ¿Imaginan un play off sin Ramos ni Sergio Peña y jugarse subir con Kunde o Espinosa? O se ponen las pilas o el panorama se complicará.

Preocupa lo poco que le hizo falta al Gimnàstic para vulgarizar a un Granada que empezó bien, incluso muy bien. Tuvo la pelota y procuró recuperarla, ya no sólo rápido, si no en zonas del campo cercanas a la portería de Dimitrievski, otro ex que al final ni siquiera se tuvo que emplear a fondo para evitar tantos granadinos. Los visitantes ganaban en los cuerpo a cuerpo y superaban en la colocación a los de Rodri, fuera de tono en los primeros instantes de partido.

Parecía que iba a ser un partido para Darwin Machís, que en los veinte minutos iniciales encontró una autopista a la espalda de Javi Jiménez. En ese periodo sirvió dos acciones similares. En una envió el centro muy por encima de la cabeza de Joselu, que de talla tampoco va muy sobrado, y en la otra el destinatario de su centro, Antonio Puertas, se pasó de aceleración y se dejó el balón, y el gol que hubiera sido el 0-1 detrás.

Lo tenía el Granada en sus manos, pero hacia el 25' ya estaban las fuerzas equilibradas. Recuperó el tacto de la pelota el conjunto local, que tras las dudas iniciales se centró, se acomodó sobre el césped, y empezó a hacer infructuoso el dominio del balón que ejercían los de Oltra. Resultó ser al final un espejismo ese buen arranque del equipo, ya que después se vieron las costuras de un once más pensado para correr y atacar huecos que para tener el esférico. Alberto Martín entró para darle reposo a Montoro, dejando la función de fluidificar el juego a un Raúl Baena que no está hecho para eso. Aunque el extremeño ejerció (salvando las distancias, evidentemente) como una especie de Sergio Busquets, dándole opciones de pase a sus compañeros, fue el torroxeño el que apenas tuvo ideas ofensivas. Tampoco salió buena la elección de Kunde en detrimento de Espinosa. Ni en la mediapunta ni en la dirección de juego cuando en la segunda parte, y con 2-0 ya para los granates, Oltra metió a Manaj para encajar al camerunés junto a Martín una vez se retiró del campo un tarjeteado Baena.

Timorato y dudando siempre en qué hacer con el balón, sobre todo por temor a las represalias a la contra, el Granada que se vio en Tarragona fue una cena indigesta, de las de sal de frutas a horas intempestivas de la madrugada. El Nàstic se ocupó en cerrar los espacios a sus espaldas, inhabilitar a un combativo pero desacertado Machís, y a dejar que Puertas se peleara consigo mismo, su desacierto, y también el poco feeling con el resto de sus compañeros en ataque. Joselu tampoco brilló pese a fajarse como podía con la defensa. Un trabajo del onubense del que se benefició Manaj, que sin centrar las atenciones defensivas de los catalanes, fue el ariete más rematador del Granada.

Un equipo que se vio superado también por dos errores defensivos imperdonables si se aspira a subir. Los castigó Uche para cumplir la tradición de los ex granadinistas. El primero surgió, siempre quedará la duda, en un mal control o una genialidad del nigeriano. Lo cierto es que le salió un autopase combado hacia el área. Menosse se confió inexplicablemente y Javi Varas tardó en salir al no saber si el uruguayo iniciaba o no la carrera para taparle. Por bajo establecieron el primero. Tardó poco en sentenciar de nuevo Uche, esta vez sacando réditos de un fallo o accidente de Víctor Díaz, que pugnando con Mesa, estiró la pierna para tratar de controlar la pelota, tan forzado que el balón golpeó en su pie y se convirtió en un pase entre líneas. La lentitud de Menosse hizo el resto. El nigeriano demostró seguir con el olfato bien calibrado.

Dos goles que le dieron una ventaja inusitada y seguramente abultada a los tarraconenses. Con los síntomas de atasco que irradiaban los de Oltra, el diagnóstico que se presentaba para la segunda parte era poco alentador. El entrenador buscó la revolución con Manaj, que casi le sale bien, con Licá y con Espinosa, estos dos últimos cambios tardíos (76' y 86') para como se estaba dando el choque, con pocas ideas y pocas ocasiones claras. Se notaron las ausencias, quizás demasiado. El once titular está claramente remarcado, y cuando se toca, se hace sentir. Salvador y Oltra tienen trabajo en el campo y los despachos.

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