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Sorpresa, orgullo y satisfacción. Creo que esos han sido los sentimientos que hemos experimentado muchos en el PSOE y en España al escuchar, al atender -instados por el eco de la serenidad solvente-, y al entender -atentos y sin ruidos distractores- el mensaje que dirigió Javier Fernández a España entera, con ocasión del Comité Federal del PSOE de este fin de semana pasado.

La voz de Javier Fernández ha tenido el eco inconfundible de la racionalidad y el compromiso humanos; ha penetrado como un cuchillo de sinceridad y de sencillez en un aire político cargado de mentiras, de imágenes impostadas y de frases grandilocuentes; ha sido una convocatoria a la capacidad reflexiva de todo el que pretenda servir en algo a la gente que vive en el mundo al mismo tiempo que uno mismo, sin prisas pero sin pausas tácticas. Y sólo duró media hora. Tiempo de sobra para expresar lo que uno piensa, y para indicar qué piensa sobre bases seguras: que habla con respeto hacia lo que han pensado y han hecho otros muchos que han hecho cosas meritorias en el pasado. Desde mi punto de vista, es el primer gran discurso político e institucional que he escuchado en la España del Siglo XXI.

Lamentablemente, parece que el discurso de Javier Fernández ha sido el discurso de un día. Inmediatamente, y como suele suceder, ha sido aniquilado por la vorágine de la actualidad y el torbellino de la coyuntura. Desde el día siguiente, lo importante -lo "morboso", como me dijo una periodista amiga- pasó a ser la candidatura de Patxi López a la Secretaría General, la elucubración sobre si eso daña o deja de dañar a Pedro Sánchez, y los vaticinios o apuestas sobre cuántos candidatos y candidatas, finalmente, optarán a dicha Secretaría General. No se ha hecho hincapié, tampoco, en una realidad notable: este Comité Federal del PSOE ha estado sustancialmente de acuerdo en señalar el camino para salir de una crisis que parecía insalvable. Tan sólo cinco miembros del Comité Federal votaron en contra de la propuesta de la Gestora, cuando hace tres meses -día más, día menos- esos miembros del Comité Federal estuvieron a punto de liarse a sillazos. Algo habrá hecho bien la Gestora. ¿O no? (A propósito: tal como está el mundo ahora mismo, a lo mejor habría que poner gestoras por doquier. ¡Quién sabe!).

Javier Fernández dijo el otro día, entre otras cosas, que es necesario que "la agenda del partido vuelva a caminar de la mano de la agenda de España"; que "hace tiempo que los ciudadanos no saben de lo que hablamos, de lo que discutimos o por qué peleamos los socialistas"; que es preciso elaborar propuestas creíbles "sobre empleo, reforzamiento del Estado social, calidad del espacio público, la autonomía política, la planta política del país, la construcción europea"; "que no es posible la eficiencia económica, ni es posible la calidad democrática, ni es posible la cohesión social si no colocamos en el centro, en el corazón mismo de nuestras políticas, el combate contra la desigualdad".

Javier Fernández se mostró el otro día como un dirigente socialdemócrata solvente. Con matices: socialdemócrata del tiempo presente, no de la época de Prieto; socialdemócrata español, con una idea de la Nación y de un Estado de ciudadanos, no de pueblos o de identidades históricas; socialdemócrata en un mundo globalizado y en una Europa puesta en cuestión, no en un país aislado y único. Son matices positivos, pero son matices necesarios.

Esperemos que el PSOE integre esos matices, en sus propuestas de futuro. Y que, sea quien sea el llamado a dirigirlo, sea también socialdemócrata español con los matices del tiempo.

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