Resulta desolador leer en los medios que la Historia de España ha sido la asignatura con más suspensos en la última Selectividad. Se han cargado la Filosofía y la Literatura Universal, y las notas de Historia son más que mejorables. ¿Es esta la generación mejor preparada? Un cuento chino. Un universitario hoy con una carrera, dos masters y no sé cuántos cursos, no está mejor preparado que- un poner- uno que estudió con los planes del 53. Estará más especializado, más tecnificado, sabrá un idioma-que no es poco-, pero no será capaz de interpretarse a sí mismo y al mundo que le rodea. Además, irá al paro o tendrá que emigrar. La Historia de España está mal enseñada, basta leer algunos textos escolares para comprobar la manipulación, ideologización, la disminución de la realidad histórica española. Un estudiante hoy no sabe qué significa la hispanidad; más bien al contrario, seguimos comprando la mercancía averiada de una leyenda negra venida del extranjero, pero asumida con la fuerza del converso. Si a esto sumamos que en Cataluña se enseña nacionalismo como el islam en las madrasas, en las ikastolas que Sabino Arana fue una especie de libertador iluminado, y en el resto de comunidades, salvo excepciones, que estudiar en el idioma español va camino de convertirse en virtud heroica, lo raro es que nos sigamos llamando España. Así, no resulta extraño oír a políticos ignorantes, a catedráticos de guardia y eruditos de todo a cien, afirmar que España es una nación de naciones, que la plurinacionalidad forma parte de nuestro ADN. La única defensa que le queda al español de a pie -perdida la tribuna y la escuela-, consiste en leer y conocer nuestra historia, no como simple sucesión de datos, sino como narración de una realidad histórica, para poder rebatir a estos ilustrados de la nada qué significa ser español.

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