Cartas marruecas es una novela epistolar del escritor y militar José Cadalso publicada en 1789 tras su muerte en el asedio de Gibraltar (su tumba se encuentra en la Iglesia de Santa María la Coronada de San Roque). La obra es una colección de ensayos sobre el atraso material, social y cultural de la España de aquella época y, según este fragmento de la misiva 83, conserva plena vigencia: "En todas partes es, sin duda, desgracia, y muy grande, la de nacer con un grado más de talento que el común de los mortales; pero en España, dice Nuño, ha sido hasta ahora uno de los mayores infortunios que pueda contraer el hombre al nacer. A la verdad, prosigue mi amigo, si yo fuese casado y mi mujer se hallase próxima a dar sucesión a mi casa, la diría con frecuencia: desea con mucha vehemencia tener un hijo tonto y verás qué vejez tan descansada y honorífica nos da. Heredará a todos sus abuelos y tíos, y tendrá robusta salud. Hará boda ventajosa y una fortuna brillante. Será reverenciado por el pueblo y favorecido de los poderosos y moriremos llenos de conveniencias. ¡Pero si el hijo que tienes en tus entrañas saliese con talento, cuánta pesadumbre ha de prepararnos! Me estremezco al pensarlo, y me guardaré muy bien de decírtelo por miedo de hacerte malparir del susto. Sea cual sea el fruto de nuestro matrimonio, yo te aseguro, a fe de buen padre de familia, que no le he de enseñar a leer ni a escribir, ni ha de tratar con más gente que el lacayo de la casa".

Si bien, anticipándose en mucho al famoso Principio de Peter sobre la incompetencia, el escritor gaditano aplica su elogio de la memez a cualquier tipo de actividad, son, sin duda, los políticos quienes más provecho parecen extraer de las enseñanzas de D. José Cadalso. Basta con echar un vistazo a la composición de cámaras y parlamentos para comprobar que los políticos tontos son los preferidos por los votantes por la simple razón de que resultan los más persuasivos al plantear soluciones fáciles y triviales para los problemas más enrevesados frente a las complejas recetas que suelen proponer los políticos inteligentes que, a fuer de ser realistas, terminan espantando a los electores. Aunque, Trump o Maduro son vivos ejemplos de que el auge de los políticos tontos es universal, lo especifico español es el hecho de que -siguiendo la clasificación de S. Tomás de Aquino- los nuestros son tontos fatuos, esto es, tontos venidos a más que se las ingenian para vivir mejor que los listos a costa de la simpleza ajena. Párense a pensar, por ejemplo, en el flamante candidato a presidir el PSOE: hombre sin oficio ni beneficio conocidos (aparte de la política) cuyo currículum fue en su día "revelado", algo malévolamente, y con ocasión de su ascenso a lendakari por otro parlamentario vasco del PP: "Tiene menos estudios que Homer Simpson".

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