Cultura

Alabado sea Morente

Los Evangelistas. Voz y música: Erik, Jota, Florent y Antonio Arias. Fecha: 19 de junio. Lugar: plaza de la Corredera. Lleno.

La boca habla cuando el corazón está lleno, porque peor que ser mudo es tener el corazón vacío. Y desde el corazón vino la reverencia en la noche cordobesa al Maestro del Albaicín. Como en una lorquiana Ciudad sin sueño, las criaturas de la luna rondaron las cabañas de una Corredera atestada de fieles a los que los profetas habían revelado con anterioridad la verdad de un concierto irrepetible. Allí, los cuatro evangelistas asumieron su autoridad de predicadores independientes para pregonar, bajo inspiración propia, la palabra de Morente. En la Ciudad sin sueño “al que le duele su dolor le dolerá sin descanso”. Erik, Jota, Arias y Florent llevan el dolor por la pérdida del Maestro anudado, corredizo, asfixiante, martilleando en sus cabezas, y como el León, el Hombre, el Becerro y el Águila, difunden su palabra más allá de lo terrenal como un compromiso, como una penitencia, como un milagro.

Por siempre sea alabado este Morente que impulsa a seres irracionales a hacer y decir cosas que no harían ni dirían por nadie. Un escenario estrellado de velas incandescentes, como chispas del recuerdo que les trajo hasta aquí, sirvió de altar de profundis en el que derramar por encima de todo  respeto por el Genio de Granada. Y a partir de ahí salmos en forma de distorsión, quejíos desgarbados, oraciones entre lo humano y lo divino, agitación, catedrales... para santificar a Enrique, más allá del snobismo y la oportunidad. No fueron los únicos en la última semana que se dejaron la piel y las lágrimas por el recuerdo del que se fue. Bienaventurados también los que pusieron en pie el exquisito Boronía, Libro de Morente, porque de ellos será su sonrisa desde el tablao donde las iguanas vivas muerden a los hombres que no sueñan.

Hace falta valor para hacer de Evangelistas en medio del tedio. Mitad Lagartijas mitad Planetas, se fueron sumiendo en una mística que fue extendiéndose como las plagas por un Egipto de Noche Blanca, que se unió a la liturgia con la fe de las hormigas furiosas. Hay que estar muy loco, o ser muy sensato para enhebrar un repertorio de Morente, imprimirle el sello de los granadinos pop-punk y en un fluir denso y envolvente arrojarlo sobre los presentes como un maná sin desperdicio, aplastándolos. Locos o muy sensatos, almas en pena, curiosos o adictos, nostálgicos o inconsolables buscadores de diamantes... Todos asistimos a una ceremonia que de imprevisible daba miedo, que de incierta no parecía ser real. Hasta que asistimos a la resurrección de las mariposas disecadas, de los cantes del alma, del temblor de aquella mano y aquella garganta, de las tinieblas incorruptas. Entre el pecado y el éxtasis hay sólo un suspiro y Los Evangelistas se sumergieron en ambas orillas sin preocuparles las fronteras ni los prejuicios, envueltos en un ofertorio nacido del interior, que a todos nos llenó de un Genio más vivo que nunca. Vengan ahora los puristas a arrojar a los mercaderes de un templo que ya no les pertenece, porque Morente dio una patada en la puerta y dijo “entrad en mi casa que ahora es la vuestra”.

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