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Hitos del Festival de Jerez

  • La 21ª edición de la muestra dedicada a la danza flamenca echó el telón el pasado viernes con Antonio el Pipa.

Rojas y Rodríguez sobre las tablas del Teatro Villamarta de Jerez.

Rojas y Rodríguez sobre las tablas del Teatro Villamarta de Jerez. / Javier Fergo · Festival de Jerez

La última semana en el 21º Festival de Jerez, que echó su cierre anoche con Así que pasen 20 años de la Compañía de Antonio el Pipa, ha sido un recorrido fascinante por las diferentes sensibilidades que conviven hoy en el universo jondo. Por ejemplo, este festival es una de las escasas ocasiones en las que tenemos la posibilidad de disfrutar del baile clásico español, tal y como lo hicimos el domingo pasado con Esencia que la Compañía Rojas y Rodríguez estrenaba en Jerez. La obra es de una precisión milimétrica. Pulcra, estilizada hasta el esplendor. Aunque se trata de una selección de números de espectáculos anteriores, las transiciones articulan a la perfección este material diverso.

Esencia se abre vigorosamente con el grupo al completo en tangos y fandangos con castañuelas, muy plásticos. En la obra se aúna con naturalidad lo flamenco con el llamado clásico español, aunque prefiero, con Navarro García, la denominación ballet flamenco. El paso a dos de Don Juan, con coreografía de Manuel Liñán y música de José Nieto, es sensual e hipnótico, con la incorporación de la capa española, un complemento olvidado por el flamenco contemporáneo. Rojas se marca un solo por tientos poderoso y vibrante, muy percusivo, marca de la casa. El número de Ana Agraz es lírico y voluptuoso. Los panaderos son un prodigio de comicidad y sincronía entre los dos bailaores principales. Los tanguillos con los que Rodríguez cierra la obra son un derroche de energía y buen humor. Un espectáculo preciso, lírico. También poderoso y eficaz. Una de las pocas ocasiones que nos brinda la actualidad jonda de disfrutar del ballet flamenco.

Jerez es una muestra de la diversas sensibilidades del baile jondo actual

También gozamos del flamenco que hoy se suele conceptuar como tradicional, aunque realmente es un tipo de propuesta bastante reciente en la historia de lo jondo. Nos referimos a Farruquito y su Baile moreno que se puso en escena el pasado día 4 en el Teatro Villamarta de Jerez. Se trata de un sentido homenaje del bailaor a su padre, fallecido hace 15 años, precisamente cuando le cantaba por soleá a Farruquito en un teatro de Buenos Aires. La obra es muy emotiva pues se trata del reencuentro de Farruquito con su progenitor. La afición a los caballos y el gusto por el cante. Y, por supuesto, el origen, el que dio vida.

Este concepto de la trasmisión vital se encarna sobre la escena con El Moreno, el hijo de Farruquito que ya tiene el remoquete artístico de su abuelo. Es una obra elegante, bien hilvanada. Con una dramaturgia naif pero efectiva respecto de las intenciones del intérprete. Con un cante temperamental y desgarrado, a cargo de Mari Vizárraga, Encarna Anillo y Antonio Villar, y con la familia, El Barullo y El Polito, dándole la réplica a Farruquito. También intervienen en la obra de manera brillante Marina Valiente y Gema Moneo.

El lunes se estrenó Claroscuro de Ángel Muñoz, que sigue en esta obra la estela monocroma de su Del blanco al negro. El cordobés le bailó a los samplers y secuenciadores de Artomático y la obra tuvo su momento álgido en los tangos con armónica de Diego Villegas, al que Muñoz dio la réplica con un baile preciso y sentimental. La soleá apolá, con la voz de Miguel Ortega, fue otro número destacado de la noche. El martes se adueñó de las tablas del Villamarta el baile sacromonteño de Alba Heredia, un derroche de fuerza y dramatismo. Baile visceral sin complejos. La exageración, la gestualidad desgarrada. El jueves presentó Pastora Galván su propuesta Mírame que ya hemos glosado aquí por extenso en otra ocasión y el viernes fue el turno de Eduardo Guerrero y su Guerrero. Este bailaor gaditano es la fantasía desbordante en el escenario, tanto a nivel de pasos, donde se suceden sin solución de continuidad todo tipo de propuestas, aunque todas ellas presididas por el buen gusto y la bizarría, como en el vestuario.

También nos dimos una vuelta por la sala Compañía, donde pudimos disfrutar del cante de Antonio Malena en su propuesta El Malena junto a María del Mar Moreno. Fue el miércoles pasado, precisamente el día en que una inopinada operación de apendicitis impitió a Rocío Molina bailar en el Villamarta, tal y como estaba anunciado. Y, por supuesto, estando en Jerez no podíamos dejar de pasarnos por una de sus peñas. Fue en concreto la dedicada a Tío José de Paula, en pleno barrio de Santiago, donde pudimos disfrutar del cante intenso y valiente de Manuel de la Nina en un local abarrotado.

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