clásica

"La técnica sin la música no te vale para nada"

  • La arpista sevillana Cristina Montes Mateo presenta 'Voyage', un recorrido personal por el repertorio favorito para su instrumento con el que inaugura el sello discográfico CID Records

Cristina Montes esta misma semana en su casa de Sevilla.

Cristina Montes esta misma semana en su casa de Sevilla. / josé ángel garcía

Sin antecedentes musicales en su familia, Cristina Montes Mateo (Sevilla, 1984) llegó al arpa de casualidad: cuando su madre fue a matricularla al Conservatorio era el único instrumento con plazas disponibles. Hoy, veinticinco años después, es una de las más reconocidas arpistas del mundo. Tiene plaza fija en la Orquesta de Les Arts, el teatro de la ópera de Valencia, y es Catedrática en el Conservatorio de la misma ciudad, pero desde el año pasado reside en Los Ángeles.

-¿Qué la llevó a California?

-Tenía ganas de salir de Europa, y surgieron oportunidades. Conocí a Gustavo Dudamel, que es el titular de la Filarmónica de Los Ángeles, y me atrajo para su orquesta. Mi marido, David Rejano, es ahora allí trombón solista. Y yo tengo la oportunidad de hacer lo que siempre me gustó: recitales a solo, de cámara…

-Ha ampliado su excedencia otro año.

-Sí. Estoy aprendiendo muchísimo. Aquello es completamente diferente. Todo funciona de manera privada. Todo es a base de donaciones, de recaudar fondos, de suscriptores… Por ejemplo, para formar parte del comité ejecutivo de la asociación que lleva el Hollywood Bowl hay que aportar como mínimo 250.000 dólares anuales, y en el comité hay lo menos 50 personas. Es gente que realmente ama la música y a la orquesta y cuyas aportaciones desgravan. En esas condiciones, la principal función de la orquesta es agradar a su público. Pero se promueve también la música contemporánea, a los nuevos compositores. A la vez, se están ideando continuamente nuevos espectáculos, que tratan de ser originales y atractivos. Luego, casi todas las semanas hay eventos, cenas, fiestas, en las que el público puede conocer a los miembros de la orquesta. Es un mundo radicalmente diferente al que conocíamos en Europa.

-Y está el cine.

-Sí, también. Allí se graban todas las músicas de series, películas, documentales…, y he participado en muchas grabaciones de este estilo. La última, para un corto que se ha hecho viral, In a Heartbeat, que creo que va por 29 millones de visitas en youtube.

-Usted llegó a la Orquesta de Les Arts muy joven, ¿cómo fue la experiencia?

-Había muchísima ilusión. Todos éramos jovencísimos. Yo era la más joven, con 20 años, pero los mayores tenían poco más de 30. Se notaban las ganas de una orquesta juvenil, pero con la madurez de gente de primer nivel. Teníamos a Lorin Maazel toda la temporada y los dos últimos meses el Festival del Mediterráneo con Zubin Mehta. Era increíble. Para cualquier sustitución venía el mejor músico posible, de la Filarmónica de Berlín o de donde fuera. No había límites.

-A esa edad había ganado ya concursos internacionales. ¿Qué aportan los concursos?

-Un concurso te obliga a prepararte un repertorio de máximo nivel, a tenerlo para una fecha concreta y al máximo de posibilidades, sabiendo que vas a competir con gente que lo va a llevar igual o mejor que tú. Es un reto personal. El resultado debería de ser lo que menos contase. La preparación en sí es lo más importante. Pero como además empecé a ganar, eso me dio la oportunidad de salir fuera, de conocer a muchas personas. Los concursos me lo dieron todo, la preparación, los contactos, la experiencia a la hora de competir. Al fin y al cabo sacar la plaza de una orquesta es también un concurso.

-¿Es este álbum su primer proyecto en solitario verdaderamente personal?

-Sí. He incluido en él una frase de Proust que resume su filosofía: el verdadero descubrimiento de las cosas consiste en mirar lo de siempre con ojos nuevos. Voyage es un conjunto de obras que trabajo desde hace mucho. Algunas son más básicas del repertorio de arpa, como la Fantasía de Spohr, otras menos, pero en todas aporto una mirada diferente.

-Aparte las obras originales para arpa incluye la Chacona de Bach.

-Uso una versión que ya había trabajado, pero reelaborada por mí. Se adapta maravillosamente al arpa.

-El CD es el primero de su sello personal. ¿Qué papel juegan las grabaciones en la carrera de un músico profesional?

-CID Records es un sello creado en principio para nuestros proyectos personales, aunque no quita que en el futuro pueda ampliar su ámbito. Tuve varias propuestas de otros sellos, pero me pareció más interesante controlar el proyecto directamente, y de hecho ya tenemos otros dos álbumes en marcha. El disco sirve para promoción, publicidad, pero también para mantener el contacto con la gente. Hay muchos que te buscan online, antes y después de los conciertos. Cuando se aproxima un concierto el número de descargas aumenta.

-¿En qué tipo de repertorio se siente más cómoda?

-Me gusta hacer de todo. He hecho muchas veces el Concierto de Mozart con flautistas de primer nivel, también los de Glière y Ginastera, con la Filarmónica de Málaga, por ejemplo, o el de Boïldieu, que toqué la temporada pasada con la Bética. En noviembre haré en Madrid el Concierto para arpa y vientos de Bacarisse, que es un reestreno. En junio próximo será en California el simposio internacional de arpa y en la gala de clausura tocaré el Concierto de Aranjuez en la versión para arpa que hizo el propio Rodrigo. Pero también me encanta hacer recitales solistas o música de cámara. Por eso me siento tan bien en Los Ángeles. Hay mucha actividad y puedo dedicarme a lo que me gusta.

-¿Para un arpista resulta esencial la música francesa de principios del siglo XX?

-Sin duda, porque es música exquisita y que está muy bien escrita. Ravel, Debussy, Caplet, Cras… escribieron para el arpa asesorados por los grandes arpistas de esa época, que son como los padres de los actuales. Ellos crearon la escuela e hicieron evolucionar el instrumento. Son nuestros maestros de repertorio y de técnica. Son obras bien escritas, bien digitadas, todo es lógico, todo se puede tocar.

-¿Cuál es la persona más importante de su carrera?

-Aprendí mucho de Barenboim el tiempo que estuve en Berlín y los primeros años en Valencia con Maazel. Ellos abrieron mi campo de visión sobre la música. Ese fue mi punto de inflexión, el momento en que me di cuenta de verdad de que el arpa no es la música. Parece fácil, pero no lo es tanto. Cuando eres joven te concentras en tu instrumento, trabajas la técnica, puramente, no piensas en sentimientos, en música ni nada; técnica es técnica, una preparación física. Pero una vez que tienes la técnica tienes que olvidarte de ella y centrarte en la música, porque sin ella la técnica no te vale para nada. Entender eso es fundamental.

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