Por Derecho

El Protectorado

Como una especie de segunda ceniza cayó el pasado miércoles la entrada en vigor de las normas para la creación, funcionamiento y competencias del Protectorado Canónico de la Archidiócesis de Sevilla, órgano diocesano de asesoramiento, apoyo técnico, coordinación y tutela de determinados aspectos esenciales de las entidades canónicas sujetas al arzobispo de Sevilla.

Se ha visto como una vuelta de tuerca de la mitra, un nuevo intento de meter en vereda a quienes todavía se resisten y como un riesgo potencial para la autonomía de las hermandades. El arzobispo se ha pronunciado al presentar estas normas manifestando que el Protectorado nace con la finalidad de asesorar y de servir de tutela a las entidades religiosas sevillanas, no de fiscalizarlas, pero, sin negar esa función asesora, donde dice entidades hay que leer hermandades, porque son la inmensa mayoría de las afectadas por la nueva regulación, y donde habla de tutela se ha de entender, pues así se indica en las normas, la recepción de la rendición anual de cuentas y del presupuesto del siguiente ejercicio y el control de los actos de administración extraordinaria, todos los cuales, incluida la creación o participación en fundaciones, asociaciones o empresas con personalidad jurídica propia, quedan sometidos al juicio del recién creado órgano sobre su conveniencia y oportunidad.

Es evidente que se pretende poner orden en la economía de las hermandades, que pertenece a la potestad del arzobispo hacerlo y, lo diré abiertamente, que constituía una necesidad creciente y ya imperiosa adoptar algún modo de intervención. Pienso que no se trata sólo ni principalmente de forzar la contribución al Fondo Común Diocesano, obligación que debería ser gustosa para una asociación eclesial. No se cuestiona la autonomía de éstas, y el Protectorado ha de respetarla, pero no están los tiempos para florituras. La sociedad cada día es más exigente en el control de los dineros públicos. Y si alguna vez salta un escándalo económico en una hermandad, todos mirarán al arzobispo. ¿O no?

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