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La cúpula de los Jemeres Rojos no tiene ningún sentimiento de culpa

  • Se inicia en Camboya el juicio contra los principales líderes del régimen maoísta que acabó con la vida de más de un millón y medio de compatriotas

No quieren saber nada de las acusaciones que se les imputan. ¿Genocidio? ¿Crímenes contra la humanidad? Los que fueran cerebros del régimen de los Jemeres Rojos camboyano no tienen sentimiento de culpabilidad. No sabían nada, argumentan ante el tribunal para el genocidio de Camboya ante el que se enfrentan desde ayer en Phnom Pehn.

Cuatro ancianos con aspecto frágil se sientan en el banco de los acusados. Sólo se pueden levantar de los asientos con ayuda y necesitan continuamente pausas par ir al baño. Tienen un aspecto lamentable, sobre todo Nuon Chea, de 84 años, el que fuera ideólogo principal del régimen, que lleva gafas de sol y gorro y que cuando abre la boca deja a la vista unos dientes rotos.

Según la acusación, esos ancianos tuvieron el control de los cuadros del régimen ebrios de violencia y tienen las manos manchadas con la sangre de millones de camboyanos. ¿Pero tienen aspecto de asesinos de masas que cometieron crímenes de lesa humanidad?

"Sin duda", dice la abogada Theary Seng, de 39 años, cuyos padres fueron asesinados durante el régimen de terror comunista (1975-79). "La edad no me importa. Cuando veo a los acusados sólo veo crímenes ante mis ojos. Veo la sangre pegada a ellos" y no a amables abuelitos. "Son asesinos a sangre fría", señala.

Los acusados formaban parte del círculo directivo del régimen de los Jemeres Rojos, bajo el que murió una cuarta parte de la población, al menos 1,8 millones de personas, la mayoría denunciados, torturados y asesinados al ser considerados traidores. De eso están acusado los ancianos, por genocidio y crímenes contra la humanidad.

"Sin clemencia", pide también Imbun Shheoun, de 53 años, profesor de Battambang. "Deben pagar por sus crímenes", afirma el hombre que perdió a 15 miembros de su familia. "Quiero mirarlos una vez a la cara porque yo estoy aquí", cuenta Cheak Bbon, de 71 años, un agricultor que en los tiempos del régimen tuvo que realizar trabajos forzados. Toda la familia de su hermano fue exterminada, todos muertos de hambre. "Deben confesar sus crímenes y pedir perdón", dice. Pero todo parece indicar que no será así: los ancianos no quieren saber nada de su responsabilidad. "Sienten un par de cosas, pero no mostraron ni una sola vez arrepentimiento por los muchos muertos", dice Theary.

Nuon Chea, de 84 años, el ideólogo del régimen y número dos del líder Pol Pot, apodado hermano número dos se quejó de que no fueran escuchados sus 300 testigos y de que no se hablara del papel de Estados Unidos y sus bombardeos masivos antes de la marcha de los Jemeres Rojos. El anciano oculta su rostro tras unas grandes gafas de sol y un gorro de lana y susurra ante el micrófono: "No estoy contento con este proceso aquí", y abandonó la sala 46 minutos después del inicio del proceso. En su celda puede seguir por video la sesión, si le apetece.

Ieng Sary, de 85 años, era el hermano número tres y ministro de Exteriores, que apareció con una faja sobre la camisa abierta. Ieng Sary ya fue condenado a muerte en ausencia en un proceso bajo la ocupación vietnamita y posteriormente indultado por el rey. Un segundo proceso en su contra es ilegal, argumentó su abogado Ang Udom. "El estrés emocional de un segundo proceso no proporciona sólo miedo y estrés al acusado, sino también a sus familiares y testigos", dijo en tono combativo. Su mujer Ieng Thirith, de 79 años, entonces ministra de Asuntos Sociales que una vez deseara al magistrado que se quemara "en el séptimo infierno", se sentó hundida en la silla para después volver a su celda tras la primera pausa.

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