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La desaparición de Bhutto deja a EEUU sin recambio para Musharraf

  • La diplomacia de EEUU había apostado por ella como sustituta del actual presidente

Benazir Bhutto no representaba solamente la esperanza de un futuro democrático para millones en su país. Estados Unidos había apostado también por ella, preparando su retorno a Pakistán desde el exilio con gestiones esmeradas y mucha diplomacia secreta. En Washington se veía a la líder opositora como una figura clave para evitar que la única potencia nuclear islámica cayera en un abismo y preservar a la región de una catástrofe. El asesinato de Bhutto deja ahora a la política del presidente George W. Bush hecha añicos. Y las opciones de Washington parecen más que limitadas.

Hace ya cierto tiempo que se veía que la Casa Blanca tomaba distancia del presidente Pervez Musharraf, su aliado declarado en la lucha contra el extremismo islámico desde los atentados contra las Torres Gemelas, en 2001. A pesar de miles de millones de dólares en ayuda militar, los resultados de la lucha contra el terrorismo en Pakistán no fueron los que se esperaban en Washington.

La mano dura contra los opositores dificultaba cada vez más a la Casa Blanca aparecer de manera creíble como defensora de este aliado en la campaña mundial por la ampliación de la democracia. Pero el Gobierno de Bush no puede prescindir totalmente de Musharraf, dada la fuerte influencia que mantiene el ex general sobre las poderosas Fuerzas Armadas de Pakistán.

Benazir Bhutto, como posible primera ministra, debía cumplir el papel de constituir el ala democrática, moderada, en la estructura del poder en Islamabad. Pero dado el fuerte enfrentamiento entre el presidente y la líder opositora, también se escuchaban voces escépticas en Washington sobre la viabilidad de este plan. Ahora quedó hecho trizas.

"El asesinato pone en evidencia de modo espectacular el fracaso de los dos objetivos principales de la política de Bush en la región", escribe The New York Times. "Por un lado, su afán por llevar la democracia al mundo musulmán, y por el otro, el de obligar a la retirada a la insurgencia islamista, que es fuerte en Pakistán."

En Washington comenzó una búsqueda frenética de un nuevo aliado político en Pakistán para llenar el vacío dejado por la muerte de Bhutto. El tiempo apremia. Nadie duda de que el país corre el peligro de precipitarse de modo mucho más dramático que hasta ahora hacia el caos. Y nuevamente, la preocupación máxima es que el arsenal nuclear pueda caer en manos equivocadas.

Ahora la embajada estadounidense busca contacto con miembros del partido del ex primer ministro Nawaz Sharif, un rival político de Bhutto, visto hasta ahora con recelo por Washington.

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