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El hombre y su palabra

  • A veces como un César compresivo, otras como un socialdemócrata liberal, Obama deja su legado y pensamiento en cuatro de sus grandes intervenciones públicas.

Barack Obama ganó sus primeras elecciones el 4 de noviembre de 2008, el próximo otoño pondrá fin a una Presidencia de ocho años. Cuando pronunció su discurso de toma de posesión, Estados Unidos era un país azotado por la crisis económica y aún coleaba el golpe moral causado por los atentados del 11-S, las guerras postreras de Afganistán e Iraq estaban enquistadas. Los dos últimos grandes discursos que Barack Obama ha pronunciado han sido el del estado de la Unión y el dirigido al pueblo cubano con motivo de su visita a la isla. El discurso de la Unión, de enero pasado, mucho más corto de lo habitual, resume parte de su legado económico, pero también sus dudas respecto a un futuro cambiante en el que los más desfavorecidos terminarán por pagar la factura del progreso tecnológico. En los siguientes extractos de discursos se resumen buena parte de su visión del mundo, a veces habla como un César comprensivo, otras es un socialdemócrata liberal.

Los discursos de Obama durante la campaña electoral de 2008, y antes en las primarias que sostuvo contra Hillary Clinton, apelaban a él mismo como ejemplo de lo que era y debía ser el ideal norteamericano. El día después de su victoria en las urnas, pronunció un discurso en Chicago en el que usó a una afroamericana, Anne Nixon Cooper, como ejemplo de esto mismo. Ella era una anciana, de 106 años, que votaba entonces en Atlanta. Cada uno de sus ideas frases terminaba con el ya célebre "sí, podemos". De ella dijo: "Nació sólo una generación después de la esclavitud; en una era en que no había automóviles por las carreteras ni aviones por los cielos; cuando alguien como ella no podía votar por dos razones, porque era mujer y por el color de su piel. Y esta noche, pienso en todo lo que ella ha visto durante su siglo en Estados Unidos, la desolación y la esperanza, la lucha y el progreso; las veces que nos dijeron que no podíamos y la gente que se esforzó por continuar adelante con ese credo estadounidense: Sí podemos". El empleo de un personaje real, pero anónimo, para dar sentido a un discurso en el que lo individual mostraba con mayor emoción lo colectivo fue idea de su primer jefe de escritores, Jon Fauverau, un chaval de 27 años al que apodaban el Poeta; nada nuevo, el primero de los emperadores romanos tuvo al divino Virgilio a su lado.

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