En pleno festival de flamenco, con ganas de fiesta y con el reconocimiento nacional de ser o estar todos los que son, estamos viendo muchos avances. Mucha gente con ganas de que las cosas cambien de una vez por todas. Mucha gente joven, con puestas en escena originales, empezando a buscarse hueco por todos lados, oficiales y menos, buscando darle ritmo a las venas, movimiento al cuerpo y reivindicando la importancia de darle su lugar a las promesas. Mucho ya consagrado, con ganas de ofrecer un zapateado de los que dejan huella, de hacer que suenen los tacones y las puntas afiladas cerca de los micrófonos y que los tableros huecos de los escenarios dejen de ser meros tablones de aglomerado para ser auténticos trampolines para buscar soluciones de futuro. Muchos grupos encantados de ofrecer una coreografía rompedora que haga frotarse los ojos a los que observan en busca de aire fresco. Mucha vestimenta original incluyendo colores llamativos y diferentes tipos de tejidos, tan osados y tan variopintos, que no dejan escéptico a nadie. Mucho movimientos de hombros y de brazos, enraizándose en las generaciones anteriores, soltando por las manos las ganas de luchar y haciendo del cuello, las yugulares y la garganta la mejor de las expresiones de quejío de libertad. Demasiadas 'pataitas' al aire, con clara intención demoledora , y que acaban quedando en la desidia de quienes las ven desde la distancia. Muchos claros y oscuros en los programas alternativos que dejan impasibles a quienes lo disfrutan. Muy alto el nivel de aburrimiento en la mayoría de críticas de los medios sobre lo ofrecido por los protagonistas. Y sobre todo, mucho patriarca enfadado por culpa de los nuevos poderes fácticos. Tanto, que han conseguido que hasta los pensionistas se manifiesten por su derechos. Lo nunca visto. Y el día ocho, las mujeres. Cuál será el fin de fiesta?

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