No valoramos en su justa medida los dardos envenenados que recibimos a diario. Flechas de Cupido malintencionadas. Pero es así. Cada vez más noticias de violaciones sin sentido, de ataques sexuales a pequeños, de tocamientos indeseados, de delitos a la integridad, de denuncias por abusos, de violencia de género, de maltrato y de podredumbre generacional. Hemos perdido el norte y nos han robado el mes de Abril, el de Febrero y el de Noviembre. Ni San Valentín, ni Judas Iscariote. Esto parece orquestado por Mephisto y sus correligionarios. Cuando hace años, veíamos la poca educación en cuestiones afectivo sexuales que demostraba el siglo XX, parecía cuestión de tiempo. Ahora, en el veintiuno, nos damos cuenta que no hemos avanzado. Seguimos arrastrándonos en el barro y no sólo no hemos sabido educar sino que parece que hemos empeorado. Ahora los padres y madres no se dedican a cuidar de la salud afectiva de sus renacuajos. Los medios de comunicación menos, solo buscan índices de audiencia en programas amarillistas embadurnados de miseria de gente sin escrúpulos y exclusivas de asesinatos en hora punta. Los políticos aún peor, nada de prevención, recortes en educación y sanidad y el desaguisado de una falta total de sentimientos sobre los valores a perpetuar en una civilización a las puertas del caos.

Mientras que sigamos en este plan, nuestros hijos y nietos no alcanzarán a respetar la vida humana como se merece. Sin distinción de género, de sexo o de identidad sexual.

Parece que estamos ciegos, que no vemos lo obvio: que sin una vida de lo afectivo y lo sexual sana basada en el respeto y la madurez hacia el otro estamos abocados a que vayamos a peor o que sean drones o robots los que no den los abrazos que nos hagan poner la piel de gallina. Al tiempo.

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