Si no me equivoco, parece que nos están tomando el pelo. O por lo menos, parece que no estamos atentos a las cosas que nos rodean y que nos están haciendo la vida tan intranquila. A altos niveles, los casos de corrupción están enmascarando los problemas de independencias regionales. Tanto en Castilla- Suiza como en Cataluña-Andorra. Nos están haciendo creer que las instituciones están defendiendo la libertad y la democracia, amparadas en leyes de la tradición de las últimas décadas y por el jaleo que se está formando. Casi sin necesidad. Pero en otras latitudes, las que nos toca más cerca, pasa algo parecido. Ahora, que las celebraciones religiosas están perdiendo fervor social, resulta que un domingo cualquiera encumbra a una patrona haciendo del día, el más especial de los últimos años, tanto en colorido, en éxito de presencia y en asistencia de personas que, por una vez, no dejaron la ciudad vacía en busca de Gibraltar o de otras tierras prometidas. Y todo ello, sin proponérselo. Además, resulta que, por arte de magia, un pequeño desliz hace que el cartel de la Semana Santa sea trending topic de las redes o que se sepa el recorrido novedoso de una carrera oficial que anda mareada y con cefaleas, la pobre, de tanto que la cambian. Todo ello, sin aparentar que hubiese planificación para conseguir publicidad, y mucho antes incluso que San Dionisio salga a buscar, como cada año, ese pendón medieval que anda a la caza y captura. Y además, por culpa del amigo del artista. Para colmo, nos enteramos que el ayuntamiento esconde una bodeguita, que se pone en valor, y que almacena buenos caldos, olorosos y aromatizantes, que sin duda, explican de manera fehaciente, el por qué de muchas de las conductas incongruentes de los últimos años, por culpa de los niveles etílicos en sangre de quienes correspondan. Y casi sin querer, se consiguen réditos.

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