Crítica de Cinecine

África para los afroamericanos

Chadwick Boseman, en el filme.

Chadwick Boseman, en el filme.

No me interesan mucho las películas de superhéroes, menos aún las de Marvel, y tampoco creo que esta nueva vaya a hacerme cambiar de opinión. Sin embargo, tampoco hubiera esperado que detrás de Black Panther pudiera esconderse, con inteligente disimulo y cierta capacidad fabuladora, toda una lectura de la historia de los afroamericanos en Estados Unidos en las claves del subgénero de los superpoderes, la aventura, la acción y la espectacularidad kitsch del blockbuster hollywoodiense.

Y en efecto, así es, porque la película que dirige el hermano Ryan Coogler (Creed) puede leerse y verse de dos maneras: como una nueva franquicia racial de sus clásicos esquemas hechos de refritos shakesperianos sobre el poder, la sangre, la traición y la gloria, o bien, algo más estimulante, como trasunto en clave fantástica y super-pop sobre los orígenes y la dialéctica entre violencia y no violencia que tuvo a Martin Luther King y Malcolm X como frentes de un debate de redención, viaje a los orígenes y búsqueda de justicia histórica en la Norteamérica racista de los 60.

Desde las páginas del cómic de Stan Lee y ahora desde el formato de la superproducción, Black Panther ahonda en estos asuntos con voluntad pulp, ironía posmoderna y refrito intergenérico para materializar en el duelo entre T'Challa y el aspirante al trono Eric Killmonger en tierras de Wakanda (una suerte de Zamunda entre folclórica, mágica y high-tech) y en el uso bélico o científico de los poderes del Vibranium toda una lectura en paralelo de la afro-negritud yanqui del siglo XX para traerla a estos tiempos amnésicos y desideologizados con más capacidad de entretenimiento y enjundia de lo que hubiéramos esperado. Eso sí, aquí la apuesta es por la reconciliación, tampoco se crean.

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