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...Y Albéniz evoca la Alhambra

  • El pianista madrileño Luis Fernando Pérez interpreta en Los Arrayanes una magistral versión de la 'Suite Iberia'

El pianista madrilelo Luis Fernando Pérez llevó anoche al Patio de los Arrayanes la gran obra maestra de Isaac Albéniz, la Suite Iberia, cuya música parece estar hecha para sonar permanente en la Alhambra por las texturas sonoras de la partitura y por la cantidad de connotaciones que hay entre Granada y la obra, desde la evocación del Albaicín hasta la alusión a la canción infantil La tarara, a la que Lorca rescataría del acervo popular. El de anoche fue un concierto íntimo, intenso, conmovedor.

No es gratuito que el pianista encargado de protagonizar la velada fuera Luis Fernando Pérez, un intérprete que hace un par de años grabó la Suite Iberia con una terrible maestría después de haber bebido directamente de la fuente del manuscrito original, no de la partitura impresa que se publicó y que contiene bastante errores. Fernández estudió todas las indicaciones que hay en el manuscrito y que no está en la obra impresa, lo que le sirvió para descubrir que Albéniz era un hombre luminoso y mediterráneo, totalmente alejado del tópico andaluz, un compositor que sabía absorber el folclore popular hasta interiorizarlo y, a partir de ahí, escribir una música desbordante, llena de color, altamente impresionista y elevada.

Así sonó el piano anoche de Luis Fernando Pérez: como el de un hermoso animal negro capaz de flotar sobre la fuente del Patio de los Arrayanes y llevar al público hasta un mundo de ensoñaciones alhambreñas, de paisajes únicos, de reminiscencias lumínicas. De acordes exactos y preciosos, pero al mismo tiempo sinuosos.

El solista demostró un profundísimo conocimiento de la obra desde que arrancó con los acordes de Evocación. A partir de ese momento, los cuatro cuadernos de tres piezas cada uno que dejó escritos Albéniz, y que concluyó tan sólo cuatro meses antes de su muerte, sonaron con una sabiduría imponente. Albéniz era consciente que en la Suite Iberia se dejaba lo mejor de sí mismo, su gran testamento musical. Luis Fernando Pérez lo interpretó de eso modo. Desde la devoción al genio.

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